Page 833 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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una gran espada en la mano. Cuando se abrió el tercer sello, salió un hombre montado
en un caballo negro, con una balanza en la mano, y cuando se abrió el cuarto sello
salió la Muerte sobre un caballo pálido y el Hades la seguía. Se puede interpretar que
los cuatro jinetes del Apocalipsis representan las cuatro divisiones principales de la
vida humana. El nacimiento se simboliza mediante el jinete montado en el caballo
blanco, que sale triunfal y a vencer; la impetuosidad de la juventud se simboliza
mediante el jinete del caballo rojo, que tomaba la paz de la tierra; la madurez, mediante
el jinete del caballo negro, que todo lo pesa en la balanza de la razón, y la muerte, con
el jinete del caballo pálido, al cual se dio poder sobre una cuarta parte de la tierra. En
la filosofía oriental, estos jinetes representan las cuatro yugas, o edades, del mundo,
que se adelantan en un momento determinado y se convierten por un tiempo en los
amos de la creación.
En un comentario publicado en su obra Compendio del origen de todos los cultos
sobre el vigésimo cuarto sermón de san Juan Crisóstomo, Dupuis destaca que cada
uno de los cuatro elementos estaba representado por un caballo que llevaba el nombre
del dios «que corresponde a cada elemento». El primer caballo, que representa el éter
de fuego, se llamaba Júpiter y ocupaba el puesto más alto en el orden de los
elementos. Era un caballo alado, muy veloz, y, al describir el círculo más amplio,
abarcaba a todos los demás. Resplandecía con una luz purísima y en su cuerpo
estaban las imágenes del sol, la luna, las estrellas y todos los cuerpos de las regiones
etéreas El segundo caballo, que representa el elemento aire, era Juño. Era inferior al
caballo de Júpiter y describía una órbita más pequeña; era de color negro, pero la
parte expuesta al sol se volvía luminosa, con lo cual representaba la condición diurna
y la nocturna del aire. El tercer caballo, que simbolizaba el elemento agua, estaba
consagrado a Neptuno. Caminaba con pesadez y describía una órbita muy pequeña. El
cuarto caballo, que representaba el elemento estático de la tierra, descrito como
inmóvil y propenso a morder el freno, era el corcel de Vesta. A pesar de las
diferencias entre ellos, los cuatro caballos vivían juntos en armonía, de forma acorde
con los principios de los filósofos que sostenían que el mundo se mantiene gracias al
acuerdo y la armonía de sus elementos Sin embargo, con el tiempo, el caballo de
carreras de Júpiter quemaba las crines del caballo de la tierra; el corcel atronador de
Neptuno también se cubría de sudor, que inundaba al caballo inmóvil de Vesta y
provocaba el diluvio de Deucalión. Al final, el caballo fogoso de Júpiter consumirá a
los demás cuando los tres elementos inferiores, purificados por la reabsorción en el
éter abrasador, salgan renovados y constituyan «un nuevo cielo y una nueva tierra».
Cuando se abrió el quinto sello, san Juan vio a los que habían muerto por la