Page 838 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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En el ángulo superior izquierdo aparece la destrucción de Babilonia y
también el ángel que arrojó al mar la gran rueda de molino, diciendo:
«Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la Gran Ciudad, y no aparecerá
ya más». Debajo está el jinete, llamado Fiel y Veraz que arroja a la bestia al
Abismo. En el ángulo inferior derecho está el ángel con la llave del Abismo,
que, con una gran cadena, encadenó a Satanás por mil años. Arriba, en los
cielos, se representa a alguien que parece el Hijo del Hombre, con una gran
hoz con la que siega la mies de la tierra. En el centro está la Ciudad Santa,
la Nueva Jerusalén, con sus doce puertas y la montaña del Cordero en medio
de ellas. Del trono del Cordero mana el gran río de cristal o agua de la vida,
que representa la doctrina espiritual; a todos los que lo descubren y beben
de sus aguas se les concede la inmortalidad. Arrodillado delante de un gran
precipicio, san Juan mira hacia abajo, a la ciudad mística, el arquetipo de la
civilización perfecta del porvenir. Por encima de la Nueva Jerusalén, en un
gran sol de gloria, está el trono del Anciano, que es la luz de aquellos que
viven en el imperio incomparable del espíritu. Al margen del reconocimiento
del mundo no iniciado existe un conglomerado cada vez más grande,
compuesto por los elegidos espirituales, que, aunque van por la tierra como
mortales corrientes, constituyen un mundo aparte y, gracias a sus esfuerzos
incesantes, el reino de Dios se va estableciendo poco a poco pero con
seguridad sobre la tierra. Aquellas almas iluminadas son las que construyen
la Nueva Jerusalén y sus cuerpos son las piedras vivas de sus murallas,
iluminados por la antorcha de la verdad, continúan su trabajo: gracias a lo
que hacen, volverá a la tierra la época dorada y desaparecerá el poder del
pecado y de la muerte. Por este motivo, los sabios declaran que los hombres
virtuosos e iluminados, en lugar de ascender al cielo, harán descender el
cielo y lo colocarán en medio de la propia tierra.
En el capítulo vigésimo primero y en el vigésimo segundo se describen el cielo nuevo
y la tierra nueva que surgirán al finalizar el reinado de Ahrimán. San Juan fue llevado
en espíritu a un monte grande y alto (el cerebro) y desde allí vio bajar del cielo a la
Nueva Jerusalén, engalanada como una novia ataviada para su esposo. La Ciudad
Santa representa el mundo regenerado y perfeccionado, el sillar masónico, porque la
ciudad era un cubo perfecto, ya que estaba escrito: «Su largura, anchura y altura son