Page 840 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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XLIV





                                                 EL ISLAMISMO





  Como  ejemplo  de  la  actitud  del  cristianismo  con  respecto  al  islam  —por  lo  menos
  hasta  hace  poco—  tenemos  el  epílogo  de  Alexander  Ross  a  la  versión  en  inglés,

  publicada en 1649, de la traducción al francés del Corán, hecha por el sieur Du Ryer.

  El autor del epílogo lanza la siguiente invectiva contra Mahoma y el Corán:



       Estimado lector:
            Después  de  mil  años,  el  gran  impostor  árabe  ha  llegado  finalmente  a

       Inglaterra a través de Francia y su Alcorán, o galimatías de errores (un mocoso

       tan deforme como su padre y con tantas herejías como beriberi había en su

       cabeza escaldada), y ha aprendido a hablar inglés. […] Quien eche un vistazo
       al Alcorán se dará cuenta de que es un batiburrillo compuesto por estos cuatro

       ingredientes:  1)  contradicciones,  2)  blasfemias,  3)  fábulas  ridículas,  4)

       mentiras.



       Hace hincapié en acusar de blasfemo a Mahoma, que dijo que Dios, al no estar
  casado, ¡no podía tener un Hijo! No obstante, la falacia de este argumento se adviene

  en  la  opinión  del  propio  Profeta  acerca  de  la  naturaleza  de  Dios,  que  figura  en  el

  segundo sura del Corán:

       «De Alá [Dios] son el Oriente y el Occidente, de modo que, adondequiera que os
  volváis para orar, allí está la faz de Alá. Ajá es omnipresente y omnisciente. Dicen que

  Ajá ha engendrado hijos ¡No! Suyo es lo que está en los cielos y en la tierra. Todo lo

  posee, porque es el creador de los cielos y la tierra y, cuando dice algo, se limita a
  decir: “¡Sé!” y así es». En otras palabras, el Dios del islam no tiene más que desear

  algo para que el objeto de su deseo aparezca, ¡mientras que el Dios de Alexander Ross
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