Page 839 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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iguales». Los cimientos de la Ciudad Santa consistían en ciento cuarenta y cuatro
piedras dispuestas en doce hileras, por lo que resulta evidente que la Nueva Jerusalén
representa el microcosmos, basado en el modelo del macrocosmos en el que está
situada. Las doce puertas de este dodecaedro simbólico son los signos del Zodiaco,
que atraviesan los impulsos celestiales para descender al mundo inferior: las joyas son
las piedras preciosas de los signos zodiacales, y las calles de oro transparente son las
corrientes de luz espiritual que el iniciado sigue en su camino hacia el sol. No hay
ningún templo material en aquella ciudad, porque Dios y el Cordero son el templo:
tampoco hay sol ni luna, porque Dios y el Cordero son la luz. El iniciado glorificado y
espiritualizado se representa aquí como una ciudad. Al final, la ciudad se incorporará
al espíritu de Dios y se absorberá en el Fulgor Divino.
A continuación, san Juan vio un río, el agua de Vida, que brotaba del trono del
Cordero. El río representa la corriente que sale del Primer Logos, que es la vida de
todas las cosas y la causa activa de toda la creación. También estaba el árbol de la Vida
(el espíritu), que produce doce clases de frutos, cuyas hojas sirven de medicina para
las naciones. El árbol también representa el año, cada uno de cuyos meses produce
algo bueno para sustento de las criaturas existentes. Entonces Jesús dice a san Juan
que Él es la raíz y el retoño de David, el lucero radiante del alba (Venus). San Juan
concluye con las siguientes palabras: «Que la gracia del Señor Jesús sea con todos
¡Amén!».