Page 834 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Palabra de Dios. Cuando se rompió el sexto sello se produjo un violento terremoto, el
sol se oscureció y la luna se puso como de sangre. Salieron los ángeles de los vientos
y también otro, que marcó en la frente a ciento cuarenta y cuatro mil de los hijos de
Israel, para preservarlos contra el espantoso día de la tribulación. Si sumamos los
dígitos según el sistema pitagórico de filosofía numérica, el número 144 000 se reduce
a 9, el símbolo místico del hombre y también el número de la iniciación, porque quien
atraviesa los nueve grados de los Misterios recibe el signo de la cruz como emblema
de su regeneración y de su liberación de la esclavitud de su propia naturaleza infernal
o inferior. El añadido de tres cifras al número sagrado original 144 indica la elevación
del misterio a la tercera esfera.
Cuando se rompió el séptimo sello, se hizo silencio por espacio de media hora.
Entonces aparecieron siete ángeles y a cada uno le fue entregada una trompeta.
Cuando los siete ángeles hicieron sonar sus trompetas —entonaron el nombre del
Logos, de siete letras—, se produjeron grandes catástrofes Cayó del cielo una estrella
llamada Ajenjo, para representar que la doctrina secreta de los antiguos había sido
entregada a unos hombres que la habían profanado y habían convertido la sabiduría
de Dios en algo destructivo. Cayó del cielo otra estrella —esta representaba la luz falsa
de la razón humana, para distinguirla de la razón divina del iniciado— y a ella (la
razón materialista) le fue entregada la llave del pozo del Abismo (la Naturaleza); lo
abrió y de él salieron criaturas asquerosas de toda índole. También salió otro ángel
poderoso, envuelto en una nube, cuyo rostro era como el sol y sus pies y sus piernas
como columnas de fuego; puso un pie sobre las aguas y el otro sobre la tierra (el
ánthropos hermético). Aquella criatura celestial entregó a san Juan un librito y le dijo
que lo devorara y así lo hizo el profeta. El libro representa la doctrina secreta: el
alimento espiritual que nutre el espíritu y, como san Juan estaba «en espíritu», comió
hasta saciarse de la sabiduría de Dios y las ansias de su alma se aplacaron.
El duodécimo capítulo trata de una gran maravilla que apareció en los cielos: una
mujer vestida del sol, con la luna bajo los pies y una corona de doce estrellas sobre la
cabeza. Esta mujer representa la constelación de Virgo y también a la Isis egipcia, que,
cuando está a punto de dar a luz a su hijo Horus, es atacada por Tifón, que intenta
destruir al niño que los dioses han predestinado para dar muerte al Espíritu del Mal.
La guerra en el cielo está relacionada con la destrucción del planeta Ragnarok y con la
caída de los ángeles Se puede interpretar que la virgen representa la doctrina secreta
en sí y su hijo, al iniciado nacido del «vientre de los Misterios». El Espíritu del Mal,
personificado de este modo en el gran dragón, trataba de controlar a la humanidad
destruyendo a la madre de aquellas almas iluminadas que se han esforzado sin cesar