Page 405 - Dune
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—Conozco a mi sobrino —dijo el Barón—. Esto sólo conducirá a que oprima a la
           población un poco más.
               —¡Por supuesto que lo hará! —restalló Hawat—. ¡No podéis dejar que se detenga

           ahora! Vos queréis tan sólo una cosa: las manos limpias. Dejad que sea Rabban quien
           construya  por  vos  vuestro  Salusa  Secundus.  Ni  siquiera  es  necesario  mandarle
           prisioneros. Tiene a su disposición toda la población que necesita. Si Rabban exprime

           a su gente para mantener la cuota de especia, el Emperador no tendrá razón alguna
           para  sospechar  otros  motivos.  Esta  razón  es  suficiente  para  poner  el  planeta  en  el
           potro. Y en cuanto a vos, Barón, ni una palabra, ni una acción que pueda desmentir

           esta evidencia.
               El Barón no consiguió borrar totalmente una nota de admiración en su voz:
               —Ah, Hawat, eres realmente tortuoso. ¿Pero cómo podremos penetrar en Arrakis

           y usar lo que Rabban nos está preparando?
               —Es  lo  más  simple  de  todo,  Barón.  Si  vos  aumentáis  cada  año  la  cuota  con

           respecto al precedente, las cosas alcanzarán muy pronto su límite. La producción se
           precipitará en picado. Podréis entonces desautorizar a Rabban y ocupar vos mismo su
           puesto… para remediar el desastre.
               —Parece realizable —dijo el Barón—. Pero estoy cansado de todo esto. Estoy

           preparando a otro que se ocupará de Arrakis en mi lugar.
               Hawat estudió el grasiento rostro redondo que tenía ante él. Suavemente, el viejo

           soldado espía empezó a asentir con la cabeza.
               —Feyd-Rautha  —dijo—.  Así  que  este  es  ahora  el  verdadero  motivo  de  la
           opresión. Vos también sois tortuoso, Barón. Quizá podamos mezclar los dos planes.
           Sí.  Vuestro  Feyd-Rautha  puede  presentarse  como  el  salvador  de  Arrakis.  Puede

           ganarse a la población. Sí.
               El Barón sonrió. Y tras su sonrisa, se preguntó: ¿Y hasta qué punto esto coincide

           con el plan personal de Hawat?
               Y  Hawat,  viendo  que  la  entrevista  había  terminado,  se  levantó  y  abandonó  la
           estancia de paredes rojas. Mientras se alejaba, no conseguía olvidar las inquietantes
           incógnitas  que  parecían  surgir  de  todas  partes  en  todas  sus  especulaciones  sobre

           Arrakis.  Su  nuevo  jefe  religioso,  que  Gurney  Halleck  había  detectado  desde  su
           escondrijo entre los contrabandistas, aquel Muad’Dib.

               Quizá no tenía que haberle dicho al Barón que dejara florecer esta religión entre
           las gentes de los pan y de los graben, se dijo. Pero es bien sabido que la represión
           favorece el florecimiento de las religiones.

               Y pensó en los informes de Halleck acerca de las tácticas de combate Fremen.
           Tácticas que llevaban la marca del propio Halleck… e Idaho… e incluso de Hawat.
               ¿Habrá sobrevivido Idaho?, se preguntó.

               Pero era una pregunta fútil. Ni siquiera se había preguntado si era posible que




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