Page 408 - Dune
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Harah había aparecido en el umbral de la estancia interior, con las alas negras de sus
           cabellos  recogidas  hacia  atrás  y  sujetas  por  una  cadena  de  anillos  de  agua.  Había
           apartado violentamente los cortinajes de la entrada para decirle que Chani acababa de

           matar a alguien.
               Esto  ha  ocurrido,  se  dijo  Paul.  Esto  fue  real,  no  fruto  del  tiempo  y  sujeto  a
           cambio.

               Paul  recordó  haberse  precipitado  fuera  y  haber  encontrado  a  Chani  bajo  los
           amarillos globos del corredor, envuelta en una brillante túnica azul con la capucha
           echada hacia atrás, su rostro de elfo rojo por el esfuerzo. Estaba metiendo el crys en

           su funda. Un grupo de hombres se alejaba apresuradamente, arrastrando un bulto por
           el corredor.
               Y Paul recordó haberse dicho: Uno siempre se da cuenta de cuando transportan

           un cuerpo humano.
               Los anillos de agua de Chani, que llevaba sueltos alrededor del cuello dentro del

           sietch, tintinearon cuando volvió el rostro hacia él.
               —¿Qué ha ocurrido, Chani? —preguntó él.
               —He despachado a uno que venía a desafiarte a un combate singular, Usul.
               —¿Tú le has matado a él?

               —Sí. Pero quizá hubiera tenido que dejárselo a Harah.
               (Y Paul recordó cómo la gente que se había reunido a su alrededor mostraban su

           conformidad a estas palabras. Luego Harah se había echado a reír.)
               —¡Pero había venido a desafiarme a mí!
               —Tú me has adiestrado en tu extraño arte, Usul.
               —¡Ciertamente! Pero tú no deberías…

               —He nacido en el desierto, Usul. Sé usar un crys.
               Paul dominó su ira, intentando hablar razonablemente.

               —Todo esto es cierto, Chani, pero…
               —Ya no soy una niña que persigue los escorpiones en el sietch, a la luz de un
           globo portátil, Usul. Ya no juego.
               Paul  la  miró,  impresionado  por  la  extraña  ferocidad  que  se  adivinaba  bajo  su

           actitud casual.
               —No  merecía  desafiarte,  Usul  —dijo  Chani—.  No  iba  a  interrumpir  tu

           meditación por tonterías como esta. —Se le acercó, mirándole con el rabillo del ojo, y
           su voz se hizo un murmullo—: Además, amor mio, cuando se sepa que alguien que
           quería desafiarte se ha encontrado frente a mí y ha hallado la muerte en manos de la

           mujer de Muad’Dib, serán muy pocos los que se atreverán a desafiarte.
               Sí, pensó Paul, esto ha ocurrido realmente. Es el pasado auténtico. Y el número
           de  aquellos  que  querían  desafiar  la  nueva  hoja  de  Muad’Dib  disminuyó

           drásticamente.




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