Page 410 - Dune
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—Esto es lo que me han enseñado —había dicho él.
               Pero aquel día ella estaba llena de reproches y de argumentos.
               Era el día de la ceremonia de la circuncisión para el pequeño Leto. Paul había

           comprendido  algunas  de  las  razones  por  las  que  ella  estaba  alterada.  Nunca  había
           aceptado su unión —aquel «matrimonio de juventud»— con Chani. Pero Chani había
           engendrado  un  hijo  Atreides,  y  Jessica  no  había  podido  renegar  del  hijo  y  de  la

           madre.
               Bajo su mirada, Jessica había finalmente reaccionado.
               —Piensas que soy una madre desnaturalizada —había dicho.

               —Por supuesto que no.
               —Veo cómo me miras cuando estoy con tu hermana. No comprendes nada acerca
           de tu hermana.

               —Sé  por  que  Alia  es  distinta  —había  dicho  él—.  Aún  no  había  nacido,  pero
           formaba parte de ti cuando cambiaste el Agua de Vida. Ella…

               —¡Tú no sabes nada de todo esto!
               Y Paul, repentinamente incapaz de expresar el conocimiento que había extraído
           del tiempo, no había podido decir más que:
               —No eres una madre desnaturalizada.

               Jessica había captado entonces su angustia.
               —Tengo que decirte algo, hijo —había murmurado.

               —¿Sí?
               —Quiero a tu Chani. La acepto.
               Aquello había sido real, se dijo Paul. No era una visión imperfecta que pudiera
           cambiar en los dolores de su parto del tiempo.

               Aquella seguridad le dio una sólida base para agarrarse a su mundo. Fragmentos
           de  realidad  aparecieron  en  su  sueño.  Supo  bruscamente  que  se  encontraba  en  un

           hiereg,  un  campamento  en  el  desierto.  Chani  había  plantado  su  destiltienda  en  la
           harinosa arena a causa de su blandura. Esto tan sólo podía significar que Chani estaba
           cerca de allí… Chani su alma, Chani su sihaya, dulce como la primavera del desierto.
           Chani entre los palmerales del profundo sur.

               Ahora recordó una canción de la arena que había elegido para la hora del sueño.



               Oh, mi alma,
               No quieras el Paraíso esta noche,

               Y te juro por Shai-Hulud
               Que allí irás igualmente,
               Obediente a mi amor.



               Y  después  había  entonado  el  canto  de  marcha  que,  en  la  arena,  unía  a  los




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