Page 414 - Dune
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—Mi hermana, Alia… ¿ha sido aceptada por la gente?
               Chani  se  volvió  a  mirarle  a  la  creciente  luz  del  alba.  Sus  ojos  parecieron
           taladrarle.

               —Discutiremos esto en otra ocasión, amor mío.
               —Discutámoslo ahora.
               —Tienes que conservar tus energías para la prueba.

               Paul se dio cuenta de que había tocado un punto sensible. Había algo ausente,
           lejano, en su voz.
               —Lo desconocido trae sus propios conocimientos —dijo.

               Ella asintió con la cabeza. Tras una pausa, dijo:
               —Subsiste aún… una cierta incomprensión a causa de lo extraño que hay en Alia.
           Las mujeres le tienen miedo porque una niña, casi un bebé, habla… de cosas que sólo

           un adulto tendría que conocer. No comprenden el… cambio en el seno que ha hecho a
           Alia… diferente.

               —¿Hay  problemas?  —preguntó  él.  Y  pensó:  He  tenido  visiones  de  problemas
           cerniéndose sobre Alia.
               Chani miró a la resplandeciente línea del amanecer.
               —Algunas de las mujeres se han reunido para apelar a la Reverenda Madre. Le

           piden que exorcice al demonio que hay en su hija. Han citado la escritura: «No se
           tolerará una bruja entre nosotros».

               —¿Y qué ha dicho mi madre al respecto?
               —Ha recitado la ley y ha despedido a las mujeres, confusas. Ha dicho: «Si Alia es
           fuente de problemas, eso es culpa de la autoridad que no ha sabido prever e impedir
           estos  problemas».  Y  ha  intentado  explicarles  cómo  el  cambio  había  actuado  sobre

           Alia, en su seno. Pero las mujeres estaban furiosas porque se sentían confusas, y se
           han ido murmurando.

               Tendremos problemas por causa de Alia, pensó Paul.
               Un soplo cristalino de arena le rozó el rostro, trayéndole el olor de la masa de
           preespecia.
               —El-Sayal —dijo—, la lluvia de arena que trae el amanecer. Su mirada recorrió

           la gris luminosidad del desierto, aquel paisaje que superaba toda desolación, aquella
           arena que era la eterna imagen de una forma recreada en sí misma. Secos relámpagos

           surgieron  de  una  zona  oscura,  hacia  el  sur…  la  señal  de  que  una  tormenta  había
           alcanzado  el  límite  de  su  carga  estática.  El  prolongado  retumbar  del  trueno  llegó
           como una secuela poco después.

               —La voz que beatifica la tierra —dijo Paul.
               Otros de sus hombres estaban saliendo de las tiendas. Los centinelas regresaban
           de  los  extremos  del  campamento.  Todos  a  su  alrededor  se  movían  lentamente,

           siguiendo una antigua rutina que no necesitaba ninguna orden.




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