Page 445 - Dune
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—¡Hey, aquí…! —llamó una voz en la cresta por encima de ellos—. ¡El viento!
Gurney vio que los Fremen se apresuraban ahora… como dominados por un
repentino sentido de urgencia. La llegada del viento creaba en ellos un temor que ni
siquiera un gusano provocaba. La factoría alcanzó pesadamente las primeras
estribaciones rocosas, le fue abierto un camino entre las rocas… y estas mismas rocas
fueron colocadas nuevamente luego hasta que toda huella del paso del tractor quedó
borrada a sus ojos.
—¿Tenéis muchos escondrijos de este tipo? —preguntó Gurney.
—Muchísimos —dijo Paul. Se volvió hacia Chani—. Búscame a Korba. Dile que
Gurney me ha advertido que entre esos contrabandistas hay algunos elementos que no
son de fiar.
Ella miró de nuevo a Gurney, luego a Paul, asintió, y se alejó entre las rocas, con
la agilidad de una gacela.
—Es tu mujer —dijo Gurney.
—La madre de mi primogénito —dijo Paul—. Hay otro Leto entre los Atreides.
Gurney aceptó aquello con sólo un alzamiento de cejas.
Paul observó con ojo crítico la actividad de sus hombres. Un color ocre dominaba
ahora el cielo por el sur, y las primeras ráfagas de viento le embistieron con un
torbellino de polvo.
—Ajusta tu traje —dijo Paul. Y se colocó la máscara y la capucha sobre su
cabeza.
Gurney obedeció, agradeciendo los filtros.
—¿Quiénes son los hombres en los que no confías, Gurney? —habló Paul, con su
voz ahogada por el filtro.
—Hay algunos nuevos reclutas —dijo Gurney—. Extranjeros… —vaciló,
sorprendido. Extranjeros. La palabra había acudido tan fácilmente a su boca…
—¿Sí? —dijo Paul.
—No son como los acostumbrados cazadores de fortuna que se unen a nosotros
—dijo Gurney—. Son más duros.
—¿Espias Harkonnen? —preguntó Paul.
—Creo, mi Señor, que no tienen relación con los Harkonnen. Sospecho que son
hombres del servicio Imperial. Hay en ellos la impronta de Salusa Secundus.
Paul le dirigió una cortante mirada.
—¿Sardaukar?
Gurney alzó los hombros.
—Es posible, pero en este caso saben ocultarlo muy bien.
Paul asintió, pensando en cuán fácilmente había reasumido Gurney sus hábitos de
leal defensor de los Atreides… pero con sutiles reservas… diferencias. Arrakis
también le había cambiado a él.
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