Page 452 - Dune
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—Es la costumbre —murmuró.
               —También es la costumbre matar a los extranjeros de otro mundo hallados en el
           desierto y tomar su agua como un regalo de Shai-Hulud —dijo Paul—. Sin embargo,

           tú concediste la vida a dos extranjeros una noche, a mi madre y a mí mismo.
               Viendo que Stilgar permanecía silencioso, mirándole fijamente, Paul añadió:
               —Las costumbres cambian, Stil. Tú mismo las cambiaste.

               Stilgar bajó sus ojos hacia el emblema amarillo del cuchillo que sujetaba.
               —Cuando  yo  sea  Duque  en  Arrakeen  con  Chani  a  mi  lado,  ¿crees  que  tendré
           tiempo de preocuparme de todos los detalles de gobierno del Sietch Tabr? —preguntó

           Paul—. ¿De todos los problemas particulares de cada familia?
               Stilgar siguió mirando el cuchillo.
               —¿Crees realmente que deseo cortar mi brazo derecho? —preguntó Paul.

               Lentamente, Stilgar alzó los ojos hacia él.
               —¡Tú! —dijo Paul—. ¿Crees que quiero privar a la tribu y a mí mismo de tu

           fuerza y de tu sabiduría?
               En voz muy baja, Stilgar dijo:
               —A ese joven de mi tribu, cuyo nombre ya conoces, a ese joven podría matarle,
           respondiendo a su desafío y según la voluntad de Shai-Hulud. Pero al Lisan al-Gaib

           no podría tocarle. Tú lo sabías cuando me has dado el cuchillo.
               —Lo sabía —admitió Paul.

               Stilgar abrió su mano. El cuchillo golpeó contra las piedras del suelo.
               —Las costumbres cambian —dijo.
               —Chani —dijo Paul—, ve con mi madre, dile que se reúna conmigo para que
           pueda aconsejarme si…

               —¡Pero me dijiste que iríamos al sur! —protestó Chani.
               —Estaba equivocado —dijo él—. Los Harkonnen no están allá. La guerra no está

           allá.
               Ella  respiró  profundamente,  aceptando  aquello  como  las  mujeres  del  desierto
           aceptan las obligaciones de aquella vida tan íntimamente ligada con la muerte.
               —Llevarás a mi madre un mensaje que sólo sus oídos deberán oir —dijo Paul—.

           Le dirás que Stilgar me reconoce como Duque de Arrakis, y que hay que hallar un
           medio de que los jóvenes lo acepten sin combate.

               Chani miró a Stilgar.
               —Haz como dice —gruñó Stilgar—. Ambos sabemos que podría vencerme… y
           que yo no podría alzar mi mano contra él… por el bien de la tribu.

               —Volveré con tu madre —dijo Chani.
               —Dile que venga sola —dijo Paul—. El instinto de Stilgar no se equivoca. Soy
           más fuerte cuando tú estás segura. Tú te quedarás en el sietch.

               Ella fue a protestar, pero calló.




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