Page 455 - Dune
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Uno de los compañeros de Paul, más atrevido que los demás, miró a Stilgar.
—¿Vas a desafiarle, Muad’Dib? —dijo—. Ahora es el momento, no hay la menor
duda. Te juzgarán un cobarde si…
—¿Quién se atreve a llamarme cobarde? —preguntó Paul. Su mano descendió
hasta la empuñadura de su crys.
Un pesado silencio cayó sobre el grupo, transmitiéndose a toda la muchedumbre.
—Hay trabajo que hacer —dijo Paul, mientras el hombre retrocedía unos pasos.
Se volvió, abriéndose paso entre la gente hacia la plataforma, saltó a ella e hizo frente
a la multitud.
—¡Hazlo! —gritó una voz.
Murmullos y susurros siguieron al grito.
Paul aguardó a que volviera el silencio. Hubo aún algunos golpes de tos y
movimientos inquietos. Cuando renació la calma en la caverna, Paul alzó la cabeza, y
su voz llegó a todos los rincones de la amplia bóveda.
—Estáis cansados de esperar —dijo.
Dejó que nuevamente se calmaran los gritos que llegaron como respuesta.
Están realmente cansados de esperar, pensó Paul. Blandió el cilindro, pensando
en el mensaje que contenía. Su madre se lo había mostrado, explicándole que había
sido tomado a un correo de los Harkonnen.
El mensaje era explícito: ¡Rabban había sido abandonado a sus propios recursos
en Arrakis! ¡No iba a recibir más ayuda ni refuerzos!
Paul habló de nuevo con voz fuerte.
—¡Creéis que ya es tiempo para que desafíe a Stilgar y cambie la jefatura de
todos vosotros! —Antes de que nadie pudiera responder, gritó furiosamente—:
¿Creéis acaso que el Lisan al-Gaib es tan estúpido como eso?
Hubo un atónito silencio.
Está aceptando su título religioso, pensó Jessica. ¡No debe hacerlo!
—¡Es la costumbre! —gritó alguien.
Paul habló secamente, tanteando las reacciones emotivas.
—Las costumbres cambian —dijo.
—¡Somos nosotros quienes decimos qué es lo que hay que cambiar! —se alzó
una voz colérica en un rincón de la caverna.
Hubo aquí y allá algunos gritos de aprobación.
—Como queráis —dijo Paul.
Y Jessica captó las sutiles entonaciones que le indicaban que Paul estaba usando
la Voz tal como ella le había enseñado.
—Sois vosotros quienes tenéis que decidir —admitió Paul—. Pero antes quiero
que me escuchéis.
Stilgar avanzó a lo largo de la plataforma, con el rostro impasible.
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