Page 460 - Dune
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es una Bene Gesserit.
Jessica se imaginó a sí misma abandonando los rigores de Arrakis por la
seguridad y el poder que le esperaban como madre de un consorte real. Miró los
pesados tapices que cubrían las paredes rocosas de aquella celda, pensando en cómo
había llegado hasta allí… cabalgando a lomos de gusanos, en los palanquines y en las
plataformas cargadas de útiles y víveres necesarios para la inminente campaña.
Mientras Chani viva, Paul no verá cuál es su deber, pensó Jessica. Ella le ha
dado un hijo, y esto es suficiente.
Sintió el repentino deseo de ver a su nieto, aquel niño que tanto se parecía a su
abuelo, su querido Leto. Jessica apoyó las palmas de sus manos contra sus mejillas y
dio a su respiración el ritmo ritual que calmaba las emociones y aclaraba la mente,
luego se inclinó hacia adelante para los ejercicios religiosos que preparaban el cuerpo
para las exigencias de la mente.
La elección de Paul de aquella Caverna de los Pájaros como su puesto de mando
no planteaba objeciones. Era ideal. Al norte estaba el Paso del Viento, que se abría a
un poblado bien defendido en un sink rodeado de crestas rocosas. Era un poblado
importante, hogar de artesanos y técnicos, un centro de mantenimiento para todo un
sector defensivo Harkonnen.
Una tos resonó al otro lado de los cortinajes. Jessica se irguió, inspiró
profundamente, expulsó el aire con suavidad.
—Entra —dijo.
Los cortinajes se apartaron violentamente, y Gurney Halleck saltó dentro de la
estancia. Jessica apenas vio su rostro contorsionado en una extraña mueca; luego el
hombre estuvo tras ella y la sujetó brutalmente, pasando un brazo por su cuello y
obligándola a ponerse en pie.
—Gurney, especie de loco, ¿qué estás haciendo? —exclamó.
Entonces sintió el toque del cuchillo contra su espalda. Un estremecimiento de
clarividencia se propagó desde la punta del cuchillo. Supo en aquel instante que
Gurney quería matarla. ¿Por qué? No consiguió imaginar ninguna razón, porque
aquel hombre no era capaz de una traición. Pero no había ninguna duda acerca de sus
intenciones. Su mente se agitó ante esta certeza. Gurney no era un hombre que se
pudiera anular fácilmente. Estaba preparado en la lucha contra la Voz, conocía todas
las estratagemas, sus reacciones eran instantáneas ante cualquier amenaza de
violencia o muerte. Era un magnífico instrumento de muerte, que ella misma había
contribuido a adiestrar con sus consejos y sus sutiles sugerencias.
—Creías haber conseguido escapar, ¿eh, bruja? —gruñó Gurney.
Antes de que aquellas palabras fueran captadas por su mente y pudiera formular
una respuesta, los cortinajes se apartaron y Paul entró.
—Aquí está mad… —Paul se interrumpió bruscamente, captando la tensión de la
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