Page 462 - Dune
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—No es ningún truco, Gurney —dijo Paul, y había una profunda nota de tristeza
en su voz que llegó hasta lo más hondo del corazón de Jessica.
—Vi el mensaje capturado al agente Harkonnen —dijo Gurney—. La nota
señalaba directamente a…
—Yo también lo vi —dijo Paul—. Mi padre me lo mostró aquella misma noche,
diciéndome que era un truco de los Harkonnen para hacerle sospechar de la mujer a la
que amaba.
—¡Ayah! —dijo Gurney—. Tú no…
—Cállate —dijo Paul, y la tranquila firmeza de sus palabras era más imperativa
que todas las órdenes que Jessica había oído en cualquier otra voz.
Tiene el Gran Control, pensó.
El brazo de Gurney tembló alrededor de su cuello. La punta del cuchillo se
apartó, insegura.
—Lo que tú no has oído —dijo Paul— son los sollozos de mi madre la noche que
perdió a su Duque. Lo que tú no has visto es el llamear de sus ojos cuando habla de
matar a los Harkonnen.
Así que ha escuchado, pensó ella. Las lágrimas acudieron a sus ojos.
—Lo que has olvidado —prosiguió Paul—, son las lecciones que aprendiste en
los pozos de esclavos. ¡Hablas con orgullo de la amistad de mi padre! ¿Y eres incapaz
de distinguir entre los Harkonnen y los Atreides hasta el punto de no reconocer un
engaño Harkonnen por el hedor que emana? ¿Acaso no sabes que la lealtad a los
Atreides se gana con el amor, mientras que la moneda de cambio de los Harkonnen es
el odio? ¿Realmente no has reconocido la verdadera naturaleza de esta traición?
—¿Pero, Yueh? —murmuró Gurney.
—La prueba que tenemos es un mensaje de propia mano de Yueh en el que
confiesa su traición —dijo Paul—. Te lo juro por el cariño que te profeso, un cariño
que conservaré aún después de que te mate en esta misma estancia.
Escuchando a su hijo, Jessica se maravilló de su comprensión, de la penetración
de su inteligencia.
—Mi padre tenía un instinto para sus amigos —dijo Paul—. No concedía
fácilmente su cariño, pero jamás se equivocó. Su única debilidad fue su
incomprensión hacia el odio. Pensaba que cualquiera que odiara a los Harkonnen no
podría traicionarle. —Miró a su madre—. Ella lo sabe. Le he transmitido el mensaje
de mi padre diciéndole que nunca había dudado de ella.
Jessica sintió que su control se disolvía. Se mordió el labio inferior. Viendo la
rígida formalidad de Paul, se dio cuenta de lo que le debían estar costando aquellas
palabras. Hubiera querido correr hacia él, estrechar su cabeza contra su pecho como
nunca había hecho. Pero el brazo había dejado de temblar contra su garganta, la punta
del cuchillo volvía a hacer presión contra su espalda, aguzada e inmóvil.
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