Page 82 - Alejandro Casona
P. 82
dicho muchas veces que era una farsa cruel, superior a tus fuerzas.
ISABEL.
Así era al principio. Sólo yo sé lo que me costó entrar en esto;
veremos añora lo que me cuesta salir. ¿Mañana?
MAURICIO.
Mañana.
ISABEL.
No podrías esperar un poco más, ¿un día siquiera?
MAURICIO.
¿Para qué? Todo lo que podía hacerse por esa mujer está hecho ya.
ISABEL.
No es por ella, Mauricio, ahora es por mí. Necesito acostumbrarme a
la idea.
MAURICIO.
Cada vez te entiendo menos. Te he dado para empezar uno de los
trabajos más difíciles; lo has hecho con una naturalidad pasmosa,
como una recién casada feliz de verdad. Y ahora, cuando ya está
cayendo el telón ¿vas a temblar otra vez?
ISABEL.
No sé... Me da miedo eso que tú llamas la gran escena final.
MAURICIO.
¿La despedida? Es la más fácil de todas: un pequeño temblor al hacer
los baúles, largas miradas a la casa como si fueras acariciando uno
por uno todos los rincones... Ni siquiera es necesario hablar. De vez
en cuando deja caer algo de las manos, así como sin querer: una
cosa que cae en silencio tiene más emoción que una palabra. ¿Por
qué me miras así?
ISABEL.
Te admiro.
MAURICIO.
¿Ironías otra vez?
ISABEL.
Sin ironías; te admiro de verdad. Es asombrosa esa manera que
tenéis los soñadores de no ver claro más que lo que está lejos. Dime,
Mauricio ¿de qué color son los ojos de la Gioconda?