Page 30 - El Mártir de las Catacumbas
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a  vida...  Y  yo  les  doy  vida  eterna  (a  mis  ovejas);  y  no  perecerán  para  siempre;  ni  nadie  las
               arrebatará de mi mano," todas estas palabras fueron creídas, recibidas, disfrutadas.

                      Las horas transcurrieron. Pero ¿quién podría describir acertadamente el progreso del alma
               que pasa de muerte a  vida?  Basta  con  saber  que  cuando  rayó  el  alba  arriba en  la  luz,  un día
               glorioso  había  amanecido  en  el  alma  y  el  espíritu  de  Marcelo  en  las  bóvedas  inferiores.  Sus
               anhelos habían sido completamente satisfechos; la carga de sus pecados le había sido quitada, y
               la paz de Dios por Jesucristo le había henchido.

                      El secreto de los cristianos era suyo, y él se había convertido voluntariamente en esclavo
               de Jesucristo. Unido con sus hermanos en Cristo, ahora él también podía cantar:


                                     Al que nos amó,
                                     Al que nos ha lavado de nuestros pecados
                                     En su sangre,

                                     A El sea gloria y dominio

                                     Por los siglos de los siglos.

                                                           ***




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               LA GRAN NUBE DE TESTIGOS

               Todos estos murieron en fe.




                       NO TARDÓ EL NUEVO CONVERTIDO en conocer mucho mas sobre los cristianos.
               Después de un breve reposo, se levantó y se reunió con Honorio, quien se ofreció para mostrarle
               aspectos del lugar en donde moraban.
                       Pues aquellos a quienes había visto en el servicio que hubo, eran solamente una parte de
               los  moradores  de  las  catacumbas.  Su  número  se  elevaba  a  muchos  miles,  y  se  hallaban
               diseminados por su vasta extensión en pequeñas comunidades, cada una de las cuales tenía sus
               propios medios de comunicación con la ciudad.
                       Así  fue  que  él  caminó  gran  distancia  acompañado  por  Honorio.  Se  maravillaba
               sobremanera  del  número  de  personas  a  quienes  encontraba; y  aunque  sabía  que  los cristianos
               eran  numerosos,  no  suponía  siquiera  que  tan  vasta  proporción  de  ellos  tuviera  la  valentía  de
               escoger esa vida en las catacumbas.

                       Tampoco era su interés por los muertos menor que por los vivos. Al pasar al lado de sus
               tumbas leía  cuidadosamente las inscripciones  en ellas, y en todas ellas descubría la misma fe
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