Page 25 - El Mártir de las Catacumbas
P. 25

A lo que el muchacho contestó diciendo confiadamente, -Yo creo que él es un hombre
               honrado. Ya ves cómo confía en nosotros.

                      El dirigente intervino diciendo, -Cecilia, no te vayas, espérate un momentito. -La mujer
               se quedó, habiendo hecho lo mismo unas pocas personas más.

                      -Yo me pongo a tus órdenes, soy Honorio dijo el anciano, dirigiéndose a Marcel. Soy un
               humilde anciano en la Iglesia de Jesucristo. Yo creo que tú eres sincero y de buena fe. Dime pues
               ahora, qué es lo que quieres de nosotros.

                      -Por mi parte, me pongo a sus órdenes. Me llamo Marcelo, y soy capitán de la guardia
               pretoriana.

                      - ¡Ay de mí! exclamó Honorio, juntando las manos al mismo tiempo que caía sentado
               sobre  su  asiento.  Los  otros  miraron  a  Marcelo  apesadumbrados,  y  la  mujer,  Cecilia,  clamó
               agonizante de dolor.

                      -¡oh, Polio querido! ¡Cómo nos has traicionado!


                                                           ***






               5


               EL SECRETO DE LOS CRISTIANOS

               El misterio de la piedad,
               Dios manifestado en carne.


                      EL JOVEN OFICIAL permaneció atónito al darse cuenta del efecto que su solo nombre
               había producido.

                      Y reaccionando dijo: -¿Por qué todos tembláis de ese modo? ¿ Es por ventura a causa de
               mí?

                      Honorio  le  contestó:  -Ay  de  mí.  Aunque  proscritos  nos  hallamos  en  estos  lugares,
               tenemos constante comunicación con la ciudad. Estamos enterados de que nuevos esfuerzos han
               de hacerse para perseguirnos con mas severidad, y que Marcelo, capitán de los pretorianos, ha
               sido designado para buscarnos. Y en este momento a ti te vemos en nuestra presencia, a nuestro
               principal  enemigo.  ¿No  es  ésta  suficiente  causa  para  que  temamos?  ¿Por  qué  habrías  tú  de
               perseguirnos hasta este lugar?
                      Marcelo exclamó: -No tenéis causa para temerme, aun en el caso que yo fuese vuestro
               peor enemigo. ¿ No  estoy en poder de vosotros? Si quisiereis detenerme, ¿podría yo escapar? Si
               quisiereis matarme, ¿podría yo resistir? Estoy sencillamente entre vosotros tal como me veis, sin
   20   21   22   23   24   25   26   27   28   29   30