Page 28 - El Mártir de las Catacumbas
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Lágrimas de gozo brillaron en los ojos de los cristianos. Honorio musitó unas palabras de
               oración  de  gratitud  a  Dios.  A  continuación  extrajo  un  manuscrito  que  desdobló  con  tierno
               cuidado.
                      Y siguió diciendo, -Aquí, amado joven; tienes la palabra de vida que nos vino de Dios,
               que es la que trae tal gozo y paz al hombre. Aquí hallamos todo lo que desea el alma. En estas
               palabras divinas aprendemos lo que no podemos hallar en ninguna otra parte. Y aunque la mente
               acaricie estas verdades por toda una vida, con todo nunca llegará a dominar la máxima extensión
               de las verdades gloriosas.
                      Entonces  Honorio  abrió  el  libro  y  empezó  a  decir  a  Marcelo  acerca  de  Jesucristo.  Le
               habló de la promesa en el Edén de Uno que había de herir a Satanás en la cabeza; y la sucesión
               de profetas que habían predicho su venida; del pueblo escogido por medio del cual Dios había
               mantenido vivo el conocimiento de la verdad por tantas edades, y de las obras portentosas que
               ellos habían presenciado. Le leyó el anuncio de que el Hijo de Dios había de nacer de una virgen.
               Le leyó sobre el nacimiento; su niñez; las primeras presentaciones; sus milagros; sus enseñanzas.
               Todo esto le leyó, agregando unos pocos comentarios de su parte, del sagrado manuscrito.
                      Seguidamente  pasó  a  relatar  el  tratamiento  que  El  recibió:  las  burlas,  el  desprecio,  la
               persecución que aceleró todo hasta llegar El a ser traicionado y condenado a muerte.

                      Finalmente leyó la narración de su muerte en la cruz del Calvario.
                      El efecto de todo esto era maravilloso en Marcelo.
                      La luz parecía iluminar su mente. La santidad Dios que abomina el pecado del hombre; su
               justicia  que  demanda  el  castigo;  su  paciencia  infinita  que  previno  un  modo  de  salvar  a  sus
               criaturas de la ruina que ellas mismas habían traído sobre sí; su amor inconmensurable que le
               llevó a dar su Hijo unigénito y bien amado; ese amor que le hizo bajar para sacrificarse para la
               salvación de los hombres; todo fue explicado con claridad meridiana. Cuando Honorio llegó a la
               culminación de la dolorosa historia del Calvario, y al punto cuando Jesús clamó, "Dios mío, Dios
               mío, ¿porqué me has desamparado?" seguida del grito de triunfo "¡Consumado es!", se pudo oír
               un  profundo  suspiro  de  Marcelo.  Y  mirando  a  través  de  las  lágrimas  que  humedecieron  sus
               propios ojos, Honorio vio la forma de aquel hombre fuerte inclinada y temblando de emoción.

                      -Basta, basta, -murmuró quedamente, dejadme pensar en El:
                      Al que nos amó, Al que nos ha lavado de nuestros pecados Con su propia sangre.

                      Y Marcelo hundió su rostro en sus manos. Honorio elevó sus ojos al cielo y oró. Los dos
               habían quedado solos, porque sus compañeros se habían retirado. La tenue luz de una lámpara
               que estaba en una hornacina detrás de Honorio, iluminaba débil-mente la escena. Y así ambos
               permanecieron en silencio por un largo tiempo.

                      Finalmente Marcelo levantó la cabeza.
                      -Y 0 siento -dijo él-, que yo también tuve culpa y causé la muerte del Santo. Leedme más
               de esas palabras de vida, porque mi vida depende de ellas.
                      Entonces Honorio le volvió a leer la historia de la crucifixión y la sepultura de Jesús, la
               resurrección la mañana del tercer día, y su ascensión a la diestra de Dios. También leyó la venida
               del Espíritu Santo el día de Pentecostés, que bautizó a los creyentes en un solo cuerpo, de su
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