Page 166 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
P. 166

El sacerdote señala a Penteo un pino altísimo y le dice
           que trepe por él y se oculte en su follaje.  Desde allí podrá
           observar y ver sin ser visto.  Penteo  trepa hasta la copa del
           pino.  Encaramado  en  lo  más  alto,  espera y ve  llegar a su
           madre Agave y a todas las muchachas de Tebas enloqueci­
           das  por  Dioniso;  se  encuentran,  por  tanto,  en  un  estado
           de  delirio  muy ambiguo.  Las  ha vuelto  locas,  sí,  pero,  en
           el fondo, no son adeptas del dios. No se han «convertido»
           al dionisismo.  Por el contrario, Agave y sus mujeres mani­
           fiestan que todo eso no existe. A su pesar,  esta locura,  que
           no es el fruto de una convicción o una conversión  religio­
           sa,  presenta  los  síntomas  de  una  enfermedad.  Por  no
           haber  aceptado  al  dios,  por  no  haber  creído  en  él,  están
           enfermas de dionisismo. Frente a la incredulidad, el dioni­
           sismo  se  manifiesta  en  forma  de  enfermedad  contagiosa.
           En  su  locura,  a veces  son como adeptas al dios, sienten la
           paz  beatífica  del  retorno  a  una  edad  de  oro,  de  fraterni­
           dad,  en que todos los seres vivos,  los dioses, los hombres y
           las bestias, se entremezclan. Y otras veces, por el contrario,
           una rabia sanguinaria se apodera de ellas; de la misma ma­
           nera  que  han  despedazado  al  ejército,  son  capaces  de de­
           gollar a sus propios hijos o cometer cualquier otra barbari-
           dad.  En  ese  estado  alucinatorio  de  trastorno  mental,  de
           «epidemia dionisíaca» se encuentran las mujeres de Tebas.
               Dioniso todavía  no se ha establecido en la ciudad,  na­
           die  le  ha  recibido,  sigue  siendo  ese  extranjero  al  que  la
           gente  mira de reojo.  Penteo,  encaramado al  pino,  ve a las
           mujeres  desparramadas  por  los  bosques.  Se  entregan  a
           las  actividades  pacíficas  que  suelen  practicar  siempre  que
           no se las persiga,  que no se las acose.  En  un determinado
           momento,  Penteo,  para  ver  mejor,  se  asoma  en  exceso,
           tanto  que  las  mujeres  descubren  en  lo  alto  un  espía,  un
           mirón,  un  voyeur.  Pasan  a  un estado  de  súbita  furia y to­
           das se agrupan para intentar doblegar el árbol. No lo con­


                                                                169
   161   162   163   164   165   166   167   168   169   170   171