Page 163 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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ba una armonía perfecta entre todos  los seres vivos;  hom­
        bres y bestias se mezclaban  armoniosamente;  los  animales
        salvajes,  predadores,  carniceros,  se  reconciliaban  con  sus
        presas y correteaban a su lado,  divirtiéndose todos con  un
        mismo  corazón,  abolidas  las  fronteras,  en  la  amistad y la
        paz.  La  propia  tierra bailaba al  mismo  compás.  Brotaban
         del suelo, tan pronto como era golpeado con un tirso, ma­
         nantiales de agua pura,  de leche, de vino.  Parecía el regre­
        so  de la  edad  de  oro.  Pero,  tan  pronto  como  aparecieron
        los  soldados,  desde  que  la  violencia  guerrera  se  ejerció
        contra  ellas,  aquellas  mujeres  angelicales  se  convirtieron
        en furias  asesinas.  Se abalanzaron con sus  tirsos contra los
         soldados,  desbarataron sus formaciones,  los golpearon,  los
         mataron, los obligaron a una vergonzosa huida.
             Es una victoria de la dulzura sobre  la violencia,  de las
         mujeres sobre los hombres,  de la campiña salvaje sobre el
         orden  cívico.  Penteo  encaja  esta  derrota  ante  un  Dioniso
         que le sonríe a la cara.  Penteo encarna uno de los aspectos
         fundamentales  del  mundo  griego,  convencido  de  que  lo
         que  importa  es  cierta  forma  aristocrática  de  comporta­
         miento,  de control de sí mismo,  de capacidad de razonar.
         Y también la entereza de carácter que consiste en no hacer
         jamás  lo  que  es  bajo,  saberse  dominar,  no  ser  esclavo  de
         los propios  deseos  ni las  propias pasiones,  actitud que su­
         pone,  como  contrapartida,  cierto  desprecio  hacia  las  mu­
         jeres,  vistas,  por  el  contrario,  como  presas  fáciles  de  las
         emociones.  Y,  finalmente,  el  desprecio,  también,  hacia
         todo lo que no es griego, hacia los bárbaros asiáticos, lasci­
         vos,  que tienen la piel demasiado blanca,  porque jamás  se
         ejercitan en el estadio, y no están dispuestos a soportar los
         sufrimientos  necesarios  para  alcanzar  el  dominio  de  sí
         mismos.  En otras palabras, Penteo está imbuido de la idea
         de  que  el  papel  de  un  monarca  consiste  en  mantener  un
         orden  hierático en que  los hombres  están  en  el  lugar que


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