Page 168 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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cer diferencias de edad ni de sexo. Así pues, los dos ancia
nos están presentes en el momento en que Agave, en su
delirio, enarbola la cabeza de Penteo en el extremo de su
tirso. Agave reconoce a Cadmo y le muestra su maravillo
so trofeo, se ufana de ser el mejor cazador de la ciudad,
superior incluso a los hombres. «Mira, he cazado estos
animales salvajes, los he matado.» Horrorizado ante el es
pectáculo, Cadmo intenta hacerle recuperar poco a poco
la cordura, e, interrogándola con mucha dulzura, le dice:
«¿Qué ha ocurrido? Mira esta cabeza de león, mira estos
cabellos, ¿no los reconoces?» Poco a poco, Agave sale de su
delirio. Despacio, muy despacio, reaparecen vestigios de
realidad en ese universo onírico, a la vez sanguinario y
maravillosamente hermoso, del que había caído presa. Por
fin, descubre que la cabeza ensartada en su tirso es la de su
hijo. ¡Horror!
RECHAZO DEL OTRO, IDENTIDAD PERDIDA
El regreso de Dioniso a su tierra, a Tebas, ha chocado
con la incomprensión y ha suscitado el drama mientras la
ciudad ha sido incapaz de establecer el vínculo entre la
población del país y el extranjero, entre los sedentarios y
los viajeros, entre su voluntad de ser siempre la misma, de
permanecer idéntica a sí misma, de negarse a cambiar, y,
por otra parte, el extranjero, el diferente, el otro. Mientras
no existe la posibilidad de conciliar estos contrarios, ocu
rre algo aterrador: los que encarnaban la adhesión incon
dicional a lo inmutable, los que proclamaban la necesaria
permanencia de sus valores tradicionales frente a lo distin
to, que los confunde y los obliga a dirigir sobre sí mismos
una mirada diferente, son los mismos, los identitarios, los
ciudadanos griegos seguros de su superioridad, que caen a
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