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casas, las cuales derribaron y sembraron de cascajo piedra, como a cosas
de gente maldita; quemaron sus ganados y destruyeron sus heredades, hasta
arrancar los árboles que habían plantado; mandaron que jamás las diesen a
nadie, sino que quedasen desiertas, por que no heredasen con ellas la mal-
dad de los primeros dueños. La severidad del castigo causó tanto miedo en
los naturales, que, como ellos lo certifican, nunca más se usó aquella maldad
en tiempo de los Reyes Incas, hasta que los españoles ganaron la tierra.
Ejecutado, pues, el castigo y asentada la población de los transplantados y el
gobierno de los conquistados, se volvieron los capitanes al Cuzco a dar cuenta
de lo que habían hecho. Fueron muy bien recibidos y gratificados de su
Rey.
CAPITULO V
GANA EL INCA TRES PROVINCIAS, VENCE UNA BATALLA
MUY RE1'IDA
PASADOS ALGUNOS años, determinó el Inca Maita Cápac salir a reducir a
su Imperio nuevas provincias, porque de día en día crecía a estos Incas
la codicia y ambición de aumentar su reino, para lo cual, habiendo juntado
la más gente de guerra que ser pudo, y proveído de bastimentas, se puso en
Pucara de Umasuyu, que fue el postrer pueblo que por aquella banda su
abuelo dejó ganado, o su padre según otros, como en su lugar dijimos. De
Pucara fue al levante, a una provincia que llaman Llaricasa, y sin resistencia
alguna redujo los naturales de ella, que holgaron de recibirle por señor. De
allí pasó a la provincia llamada Sancáuan, y con la misma facilidad la atrajo
a su obediencia, porque, como la fama hubiese andado por aquellas provin-
cias apregonando las hazañas pasadas del padre y abuelo de este Príncipe,
acudieron los naturales de ellas con mucha voluntad a darle su vasallaje,
Tienen estas dos provincias de largo más de cincuenta leguas y de ancho
por una parte treinta y por otra veinte; son provincias muy pobladas de
gente y ricas de ganados. El Inca, habiendo dado la orden acostumbrada en
su idolatría y hacienda y en el gobierno de los nuevos vasallos, pasó a la
provincia llamada Pacasa, por ella fue reduciendo a su servicio los natura-
les de ella sin que le hiciesen contradicción alguna con batalla ni reencuentro,
sino que todos le daban la obediencia y veneración como a hijo del Sol.
Esta provincia es parte de la que el Inca Llague Yupanqui dijimos
había conquistado, que es muy grande y contiene muchos pueblos, y así la
acabaron de conquistar ambos estos Incas, padre e hijo. Hecha la conquista,
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