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CAPITULO  XIII
               POR  LA  COSTA  DE  LA  MAR  REDUCEN  MUCHOS  VALLES.
                              CASTIGAN  LOS  SODOMITAS


            D   EJANDO  EN  ellas  el  orden  necesario  para  el  gobierno,  salieron  al  des•
                 poblado  de  Huallaripa,  famosa  sierra  por  el  mucho  oro  que  han  sa-
           cado  de ella  y  mucho  más  que le  queda  por  sacar,  y  atravesando  una  manga
           de  despoblado,  la  cual  por  aquella  parte  tiene  treinta  y  cinco  leguas  de  tra-
           vesía,  bajaron  a los  llanos,  que  es  la  costa  de  la  mar.  A  toda  la  tierra que es
            costa  de  mar  y  a  cualesquiera  otra  que  sea  tierra  caliente  llaman  los  indios
           Yunca,  que  quiere  decir  tierra  caliente:  debajo  de  este  nombre  Yunca  se
           contienen  muchos  valles  que  hay  por  toda  aquella  costa.  Los  españoles  lla-
           man valles  a  la  tierra  que  alcanzan  a  regar  los  ríos  que  bajan  de  la  sierra  a
           la  mar.  La  cual  tierra  es  solamente  la  que  se  habita  en  aquella  costa,  por-
           que,  salido  de  lo  que  el  agua  riega,  todo  lo  demás  es  tierra  inhabitable,
           porque  son  arenales  muertos  donde  no  se  cría  yerba  ni  otra  cosa  alguna  de
           provecho.
                Por  el  paraje  que  estos  Incas  salieron  a  los  llanos  está  el  valle  de  Ha-
           cari,  grande,  fértil  y  muy  poblado,  que  en  tiempos  pasados  tenía  más  de
           veinte  mil  indios  de  vecindad,  los  cuales  redujeron  los  Incas  a  su  obedien-
           cia  y  servicio  con  mucha  facilidad.  Del  valle  Hacari  pasaron  a  los  valles  que
           llaman  Uuiña,  Camana,  Carauilli,  Picta,  Quellca  y  otros  que  hay  adelante
           en  aquella  costa,  norte  sur,  en  espacio  de  sesenta  leguas  de  largo  la  costa
           adelante.  Y  estos  valles  abajo,  desde  la  sierra  a  la  mar,  y  de  ancho  lo  que
           alcanzan  los  ríos  a  regar  a  una  mano  y  otra,  que  unos  riegan  dos  leguas,
           otros  más  y  otros  menos,  según  las  aguas  que  llevan,  pocas  o  muchas.  Al-
           gunos  ríos  hay  en  aquella  costa  que  no  los  dejan  los  indios  llegar  a  la  mar,
           sacándolos  de  sus  madres  para  regar  sus  mieses  y  arboledas.  El  Inca  general
           Auquititu  y  sus  maeses  de  campo,  habiendo  reducido  todos  aquellos  valles
           al  servicio  de su  Rey  sin  batalla,  le  dieron  cuenta  de  todo  lo  sucedido,  y  en
           particular  le  avisaron  que  pesquisando  las  costumbres  secretas  de  aquellos
           naturales  de  sus  ritos  y  ceremonias  y  de  sus  dioses,  que  eran  los  pescados
           que  mataban,  habían  hallado  que  había  algunos  sodomitas,  no  en  todos  los
           valles,  sino en cual  y  cual,  ni  en  todos  los  vednos  en  común,  sino  en  algunos
           particulares  que  en  secreto  usaban  aquel  mal  vicio.  Avisaron  también  que
           por  aquella  parte  no  tenían  má~  tierra  que  conquistar,  porque  habían  llegado
           a  cerrar,  con  lo  que  de  atrás  estaba  conquistado,  la  costa  adelante  al  sur.
                El  Inca  holgó  con  la  relación  de  la  conquista  y  mucho  más  de  que  se
           hubiese  hecho  sin  derramar  sangre.  Envió  a  mandar  que,  dejando  el  orden
           acostumbmdo  para el gobierno,  se  volviesen  al  Cuzco.  Y  en  particular  mandó
           que  con  gran  diligencia  hiciesen  pesquisa  de  los  sodomitas,  y  en  pública

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