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CAPITULO XIV
DOS GRANDES CURACAS COMPROMETEN SUS DIFERENCIAS EN
EL INCA Y SE HACEN VASALLOS SUYOS
L LEGADO EL tiempo de la jornada, salió el Inca Cápac Yupanqui del Cuz-
co y fue hasta la laguna de Paria, que fue el postrer término que por
aquella banda su padre dej6 conquistado. Por el camino fue con los minis-
tros recogiendo la gente de guerra que en cada provincia estaba apercibida.
Tuvo cuidado de visitar los pueblos que a una mano y otra del camino
pudo alcanzar, por favorecer aquellas naciones con su presencia, que era
tan grande el favor que sentían de que el Inca entrase en sus provincias,
que en muchas de ellas se guarda hoy la memoria de muchos lugares donde
los Incas acertaron a hacer alguna parada en el campo o en el pueblo para
mandarles algo o para hacerles alguna merced o a descansar del camino. Los
cuales puestos tienen hoy los indios en veneración por haber estado sus
Reyes en ellos.
El Inca, luego que llegó a la laguna de Paria, procuró reducir a su obe-
diencia los pueblos que halló por aquella comarca: unos se le sujetaron por
las buenas nuevas que de los Incas habían oído y otros por no poderle re-
sistir. Andando en estas conquistas, le llegaron mensajeros de dos grandes
capitanes que había en aquel distrito que llamamos Collasuyu, los cuales se
hacían cruel guerra el uno al otro. Y para que se entienda mejor la historia,
es de saber que estos dos grandes curacas eran descendientes de dos capi-
tanes famosos que en tiempos pasados, antes de los Incas, se habían levan-
tado en aquellas provincias cada uno de por sí y ganado muchos pueblos y
vasallos y héchose grandes señores. Los cuales, no contentos con lo que
iban ganando, volvieron las armas el uno contra el otro, por la común cos-
tumbre del reinar, que no sufre igual. Hiciéronse cruel guerra, perdiendo y
ganando ya el uno, ya el otro, aunque, como bravos capitanes, se sustentaron
valerosamente todo el tiempo que vivieron. Esta guerra y contienda deja-
ron en herencia a sus hijos y descendientes, los cuales la sustentaron con el
mismo valor que sus pasados, hasta el tiempo del Inca Cápac Yupanqui.
Viendo, pues, la continua y cruel guerra que se hacían, y que muchas
veces se habían visto casi consumidos, temiendo destruirse del todo sin pro-
vecho de alguno de ellos, porque las fuerzas y valor siempre se habían mos-
trado iguales, acordaron, con parecer y consejo de sus capitanes y parientes,
de someterse al arbitrio y voluntad del Inca Cápac Yupanqui y pasar por lo
que él les mandase y ordenase acerca de sus guerras y pasiones. Vinieron
en este concierto movidos por la fama de los Incas pasados y del presente,
cuya justicia y rectitud, con las maravillas que decían haber hecho su padre
el Sol por ellos, andaban tan divulgadas por entre aquellas naciones que
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