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La buena costumbre de vmtarse las indias unas a otras, llevando sus
labores consigo, la imitaron las españolas en el Cuzco y la guardaron con
mucha loa de ellas hasta la tiranía y guerra de Francisco Hernández Girón,
la cual destruyó esta virtud, como suele destruir todas las que halla en su
jurisdicción tiránica y cruel. Olvidado se me había decir cómo remienda la
gente común su ropa, que es de notar. Si la ropa de su vestir o cualquiera
otra de su servicio se le rompe no por vejez sino por accidente, que se la
rompa algún garrancho o se la queme alguna centella de fuego u otra des-
grada semejante, la toman, y con una aguja hecha de una espina (que no
supieron hacerlas de metal) y una hebra de hilo del mismo color y del mismo
grueso de la ropa, la vuelven a tejer, pasando primero los hilos de la urdiem-
bre por los mismos hilos rotos_, y volviendo por los de la trama quince o
veinte hilos a una parte y a otra más adelante de lo roto, donde los cortaban
y volvían con el mismo hilo, cruzando y tejiendo siempre la trama con la
urdiembre y la urdiembre con la trama, de manera que, hecho el remiendo,
parecía no haber sido roto. Y aunque fuese la rotura como la palma de la
mano y mayor, la remendaban como se ha dicho, sirviéndose de bastidor
de la boca de una olla o de una calabaza partida por medio, para que la tela
estuviese tirante y pareja. Reíanse del remendar de los españoles; verdad sea
que es diferente tejido el de los indios; y la ropa española no sufre aquella
manera de remendar. También es de notar que el hogar que en sus casas
tenían para guisar de comer eran hornillos hechos de barro, grandes o chi-
cos, conforme a la posibilidad de sus dueños. El fuego les daban por la boca,
y por lo alto les hacían un agujero o dos o tres, según los platos que comían,
donde ponían las ollas que guisaban. Esta curiosidad tenían como gente
aplicada, porque no se desperdiciase el fuego ni se gastase más leña de la
que fuese menester; admirábanse del desperdicio que los españoles hacían
de ella.
Resta decir de las mujeres públicas, las cuales permitieron los Incas
por evitar mayores daños. Vivían en los campos, en unas malas chozas, cada
una de por sí y no juntas. No podían entrar en los pueblos porque no comu-
nicasen con las otras mujeres. Llámanlas pampairuna, nombre que significa
la morada y el oficio, porque es compuesto de pampa, que es plaza o campo
llano (que ambas significaciones contiene), y de runa, que en singular quiere
decir persona, hombre o mujer, y en plural quiere decir gente. Juntas ambas
dicciones, si las toman en la significación del campo, pampairuna quiere
decir gente que vive en el campo, esto es por su mal oficio; y si las toman
en la significación de plaza, quiere decir persona o mujer de plaza, dando
a entender que, como la plaza es pública y está dispuesta para recibir a
cuantos quieren ir a ella, así lo están ellas y son públicas para todo el mundo.
En suma, quiere decir mujer pública.
Los hombres las trataban con grandísimo menosprecio. Las mujeres
no hablaban con ellas, so pena de haber el mismo nombre y ser trasquiladas
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