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leyes y ordenanzas. Mas el rencor del corazón no perdieron, como adelante
veremos.
El Inca, habiendo dejado los ministros necesarios, pas6 adelante en su
conquista a otra provincia que llaman Uramarca, que también es del apellido
Chanca, pequeña de términos, aunque muy poblada de gente brava y gue-
rrera, la cual se redujo con algún desabrimiento y resistencia. Y si al ánimo
gallardo y belicoso igualaran las fuerzas, resistieran de veras, que ya por
este paraje no se mostraban los indios tan blandos y amorosos para con los
Incas como se mostraron los de Contisuyu y Collasuyu; mas al fin, aunque
con señal de disgusto, se rindieron los de Uramarca. De allí pas6 el Inca
a la provincia y naci6n llamada Hancohuallu y Uillca, que los españoles
llaman Vilcas, y con la misma pesadumbre se sujetaron a su imperio, porque
estas naciones, que también son Chancas, eran señores de otras provincias
que habían sujetado con las armas, y de día en día iban ganando con mucha
ambición y trataban los nuevamente ganados con soberbia y tiranía; la cual
reprimió el Rey Inca Roca con sujetarlos a su obediencia, de que todos
ellos quedaron muy lastimados y guardaron el rencor en sus ánimos. En am-
bas estas provincias sacrificaban niños a sus dioses en sus fiestas principales.
Lo cual sabido por el Inca, les hizo una plática persuadiéndoles adorasen al
Sol y quitasen aquella crueldad de entre ellos; y porque no la usasen de
allí adelante les puso ley, pronunciándola por su propia boca porque fuese
más respetada, y les dijo que por un niño que sacrificasen los pasaría todos
a cuchillo y poblaría sus tierras de otras naciones que amasen a sus hijos
y no los matasen. Lo cual sintieron aquellas provincias gravfsimamente,
porque estaban persuadidos de los demonios, sus dioses, que era el sacrificio
más agradable que les hadan.
De Uillca torció el camino a mano izquierda al poniente, que es hacia
la costa del mar, y llegó a una de dos provincias muy grandes, ambas de un
mismo nombre, Sulla, aunque para diferenciar la una de la otra llaman la
una de ellas Utumsulla. Estas dos provincias abrazan entre sí muchas na-
ciones de diversos nombres, unas de mucha gente y otras de poca, que -por
excusar hastío-- no se refieren, mas de que pasaban de cuarenta mil vecinos,
con los cuales gastó el Inca muchos meses (y aun dicen los naturales que
tres años) por no romper y llegar a las armas, sino atraerlos por caricias y
regalos. Mas aquellos indios, viéndose tantos en número, y ellos de suyo
belicosos y rústicos, estuvieron muchas veces a punto de romper la guerra.
Empero, la buena maña del Inca y su mucha afabilidad pudieron tanto que
al fin de aquel largo tiempo se redujeron a su servicio y abrazaron sus leyes
y admitieron los gobernadores y ministros que el Inca les dijo. El cual se
volvió al Cuzco con esta victoria. En las dos últimas provincias que con-
quistó este Inca, llamadas Sulla y Utumsulla, se han descubierto de treinta
y dos años a esta parte algunas minas de plata y otras de azogue, que son
riquísimas y de grande importancia para fundir el metal de plata.
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