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bueno o malo, según el párpado que palpitaba. Era buen agüero palpitar el
párpado alto del ojo izquierdo; decían que habían de ver cosas de contento
y alegría. Pero con grandes ventajas era mejor agüero palpitar el párpado
derecho, porque les prometía que verían cosas felicísimas y prosperidades
de grandes bienes, de mucho placer y descanso, fuera de todo encarecimiento.
Y al contrario eran los párpados bajos, porque el derecho pronosticaba
llanto, que habían de ver cosas que les darían pena y dolor, mas no con en-
carecimiento. Empero, palpitar el párpado bajo izquierdo ya era extremo
de males, porque les amenazaba infinidad de lágrimas y que verían las cosas
más tristes y desdichadas que pudiesen imaginar. Y tenían tanto crédito en
estos sus agüeros que, con este postrer agüero, se ponían a llorar tan tierna-
mente como si estuvieran ya en medio de cuantos males podían temer, y,
para no perecer llorando los males que aún no habían visto, tenían por re-
medio otra superstición tan ridiculosa como la del mal agüero; y era que
tomaban una punta de paja, y, mojándola con la saliva, la pegaban en el
mismo párpado bajo y decían consolándose que aquella paja atravesada
atajaba que no corriesen las lágrimas que temían derramar y que deshacía
el mal pronóstico de la palpitación. Casi lo mismo tuvieron del zumbar de
los oídos, que lo dejo por no ser tan a propósito como lo dicho de los ojos,
y lo uno y lo otro doy fe que lo vi.
El Rey Inca Roca (como decíamos) determinó enviar a la conquista de
Antisuyu a su hijo, para lo cual mandó apercibir quince mil hombres de
guerra y tres maeses de campo, que le dio por acompañados y consejeros.
Enviólo bien industriado de lo que había de hacer. El príncipe fue con
buen suceso hasta el río Paucartampu, y pasó adelante Jl Challa.pampa y re-
dujo los pocos indios que por aquella región halló. De allí pasó a Pilkupata,
donde mandó poblar cuatro pueblos de gente advenediza. De Pillcupata pasó
a Hauisca y a Tunu, que son las primeras chacras de coca que los Incas
tuvieron, que es aquella yerba que los indios tanto estiman. La heredad
llamada Hauisca fue después de Garcilaso de la Vega, mi señor, de la cual
me hizo merced por donación en vida, y yo la perdí por venirme a España.
Para entrar a estos valles donde se cría la coca se pasa una cuesta llamada
Cañac-huay, que tiene cinco leguas de bajada casi perpendicular, que pone
grima y espanto sólo el mirarla, cuanto más subir y bajar por ella, porque
por toda ella sube el camino en forma de culebra, dando vueltas a una mano
y a otra.
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