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vida, que no sabemos decir cuántos fueron. Falleció no habiendo degene-
rado nada de la bondad de sus pasados, antes habiéndolos imitado en todo
lo que le fue posible, así en aumentar su Imperio como en regalar y hacer
bien a sus vasallos. Fundó escuelas donde enseñasen los amautas las cien-
cias que alcanzaban; hizo cerca de ellas su casa real, como veremos en su
lugar; instituyó leyes, dijo sentencias graves, y porque el Padre Blas Valera
las escribía en particular, diré luego las que Su Paternidad tenía escritas,
que cierto son de notar. Fue llorado universalmente de todos los suyos y
embalsamado según la costumbre de los Reyes. Dejó por heredero a Yáhuar
Huácac, su hijo y de su legítima mujer y hermana Mama Mícay; dejó otros
muchos hijos legítimos y bastardos.
CAPITULO XIX
DE ALGUNAS LEYES QUE EL REY INCA ROCA HIZO
Y LAS ESCUELAS QUE FUNDO EN EL CUZCO,
Y DE ALGUNOS DICHOS QUE DIJO
o QUE el Padre Bias Valera, como gran escudriñador que fue de las
L cosas de los Incas, dice de este Rey, es que reinó casi cincuenta años y
que estableció muchas leyes, entre las cuales dice por más principales las
que se siguen. Que convenía que los hijos de la gente común no aprendie-
sen las ciencias, las cuales pertenecían solamente a los nobles, porque no
ensoberbeciesen y amenguasen la república. Que les enseñasen los oficios
de sus padres, que les bastaban. Que al ladrón y al homicida, al adúltero y
al incendiario, ahorcasen sin remisión alguna. Que los hijos sirviesen a sus
padres hasta los veinticinco años, y de allí adelante se ocupasen en el servicio
de la república. Dice que fue el primero que puso escuelas en la real ciudad
del Cuzco, para que los amautas enseñasen las ciencias que alcanzaban a
los príncipes Incas y a los de su sangre real y a los nobles de su Imperio,
no por enseñanza de letras, que no las tuvieron, sino por práctica y por
uso cotidiano y por experiencia, para que supiesen los ritos, preceptos y
ceremonias d~ su falsa religión y para que entendiesen la razón y funda-
mento de sus leyes y fueros y el número de ellos y su verdadera interpre-
tación; para que alcanzasen el don de saber gobernar y se hiciesen más
urbanos y fuesen de mayor industria para el arte militar; para conocer los
tiempos y los años y saber por los nudos las historias y dar cuentas de ellas;
para que supiesen hablar con ornamento y elegancia y supiesen críar sus
hijos, gobernar sus casas. Enseñábanles poesía, filosofía y astrología, eso
poco que de cada ciencia alcanzaron. A los maestros llamaban amautas,
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