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AGAMENÓN
el fuego y el mar, y como pruebas de su convenio
destruyeron el infortunado ejército de los argivos.
En la noche los males de la marina tormenta se levantaron.
En ese momento, entre sí los barcos por los vientos tracios
se azotaban, y al ser golpeados por la violenta 655
ráfaga del tifón, junto con la torrencial y atronadora lluvia,
fueron desapareciendo en el torbellino de ese pastor del mal.
Y, cuando se levantó el esplendor de la luz solar,
vimos que el mar Egeo florecía con cadáveres
de los varones aqueos y con las ruinas de los barcos. 660
Y justo a nosotros y a nuestro barco, con su casco ileso,
con seguridad nos escamoteó y pidió nuestro perdón
algún dios, no un hombre, que controlaba el timón.
La salvadora fortuna, viendo con simpatía nuestra nave,
[en ella fue sentada,
de manera que, anclada, no tuviera embates de la ola 665
ni encallara en rocosa tierra.
Después de haber huido del Hades marino,
durante la clara jornada, sin confiarnos aún en la suerte,
apacentábamos en nuestra mente el reciente padecimiento,
que el ejército estuviera destruido y malamente reducido. 670
Y ahora, si alguno de aquellos está vivo,
dirá que nosotros hemos muerto, y cómo no,
pues nosotros lo mismo que aquéllos tenemos la misma
[consideración.
¡Que suceda lo mejor! Así pues, hay esperanza
de que llegue Menelao, en primer lugar y sobre todo. 675
Si al menos un rayo de sol por él inquiere
vivo y con los ojos abiertos, con el favor de Zeus,
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