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ORESTIADA / Agamenón

                  v. 37. οἶκος δ᾽ αὐτός. La representación de la casa de los Atridas
                se expresa por partida doble: la materialidad de la misma en sí y
                los miembros de la familia. El poeta imagina la casa como un po-
                sible personaje que pudiera expresar lo que ha visto y oído. En el
                marco de todo el relato de la familia de los Atridas como un pro-
                ceso jurídico, la casa es testigo mudo de todos los sucesos vividos
                en su interior y en relación con quienes la habitan. Así pues, la
                morada materializa imaginariamente la vida y la muerte, porque
                en ella se condensa la maldición que inicia con Pélope y concluye
                con Orestes, tal como lo sintetiza Casandra en Aesch., Ag., 1088-
                1093, y que se complementa en lo expresado en Aesch., Cho.,
                12-15, donde Orestes anuncia el crimen que está por suceder en
                la casa de los Atridas, esto es, la muerte de Clitemnestra.
                  vv. 37-39. Las últimas palabras del vigía que cierran el pró-
                logo del Agamenón resuenan enigmáticas, pues, para los que ya
                conocen la trama, resulta la apertura misma de la tragedia y, para
                quienes la desconocen, siembra la duda sobre lo que habrán de
                enterarse durante el desarrollo de la tragedia. El cierre anuncia la
                desgracia que violentamente caerá sobre Agamenón, hecho que se
                condensa en la imagen de la casa como mudo testigo de lo que
                el mismo vigía no puede expresar abiertamente. Los personajes
                pasan y dicen su parlamento, mientras que la casa parecería ob-
                servar y atestiguar en natural silencio. En un solo personaje, Es-
                quilo muestra la complejidad de la situación que rodea el regreso
                de Agamenón, pues el Guardia habla de su función en relación
                con la tragedia latente: el estar atento al regreso de su rey (vv.
                1-21), para pasar al regocijo que siente cuando ve el fuego que
                anuncia la vuelta de su señor (vv. 22-35) y, enseguida, expresar
                el temor por las cosas que han pasado en ausencia de éste y las

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