Page 51 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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mística de la elección divina. Tal era hasta hace poco tiempo la autocracia rusa, que
                  constituía nuestro único enemigo serio en el mundo, junto con el Pontificado de la
                  Iglesia Católica. Recordad el ejemplo de Italia inundada de sangre, que no tocó, sin
                  embargo,   un  solo  cabello  de  la  cabeza  de  Sila  que  tanta  de  esa  sangre  había
                  derramado. Sila, a los ojos del pueblo, era como un Dios por su poder; y, a su audaz
                  regreso a Italia, ese pueblo martirizado por él, lo deificó, lo hizo intocable... Así el
                  pueblo no se atreve a tocar a quien ha sabido hipnotizarlo por su valor y su fuerza
                  de voluntad.

                         Mientras    llega  el  tiempo    de   nuestra    dominación,    crearemos    y
                  multiplicaremos las logias masónicas en todos los países del mundo. Atraeremos a
                  ellas a todos los que son y pueden ser agentes aptos. Estas logias formarán nuestro
                  principal centro de enseñanzas y el medio mejor de nuestra influencia y difusión de
                  nuestras actividades. Concentraremos todas esas logias en un gobierno solamente
                  conocido por nuestros sabios. Las logias tendrán su representante, detrás del cual
                  quedará oculto el gobierno de que hablamos, y ese representante será el que dé la
                  palabra de orden y el programa. Formaremos en esas logias el núcleo de todos los
                  elementos revolucionarios y liberales. En su composición caben como elementos
                  todas las clases sociales. Los proyectos políticos más secretos nos serán conocidos y
                  caerán bajo nuestra dirección incluso antes que aparezcan. En el número de
                  miembros de esas logias estarán casi todos los agentes de policía nacional e
                  internacional (como sucedió en el asunto Azeff), pues sus servicios son
                  insustituibles para nosotros; la policía puede no solamente tomar providencias
                  contra los recalcitrantes, sino también encubrir y solapar nuestros actos, crear
                  pretextos de descontento, etc. Los que ingresan en las sociedades secretas, de
                  ordinario son los ambiciosos, los aventureros, y en general, hombres ligeros en su
                  mayor parte, con los cuales no tendremos dificultad para ponernos de acuerdo para
                  la realización de nuestros proyectos. Si se producen desórdenes, esto será indicio de
                  que tenemos necesidad de provocarlos para destruir una solidaridad excesiva. Si
                  surge algún complot en su seno, al que hay que señalar como verdadero autor no
                  hay que ir a buscarlo sino entre nuestros más fieles servidores. Es natural que sea
                  alguno de nosotros, pues nadie más que nosotros manejamos los asuntos de la
                  masonería, porque sabemos a dónde vamos, conocemos el objetivo final de toda
                  acción,  mientras  que  los  Gentiles  nada  saben,  ni  aun  del  resultado  inmediato;
                  ordinariamente se contentan con un éxito momentáneo de amor propio en la
                  ejecución de sus planes, sin fijarse siquiera en que esos planes no se deben a su
                  iniciativa, sino que les fueron sugeridos por nosotros.

                         Los Gentiles entran en las logias por curiosidad, o si no, con la esperanza de
                  que  ello  les  sirva  para  poder  obtener  un  puesto  en  el  banquete  del  presupuesto
                  público; algunos, para tener oportunidad de poder expresar públicamente sus
                  sueños irrealizables que no pasan de desvaríos; están sedientos de la emoción que
                  produce el éxito, y acarrean los aplausos, cosas de que nunca nos mostramos
                  parcos ni avaros. También les proporcionamos éxitos, para aprovecharnos de la
                  satisfacción que sienten de sí mismos, la cual a la vez nos proporciona la facilidad de
                  que estos hombres aceptan nuestras sugerencias sin recelo ni precaución alguna y
                  enteramente convencidos de que expresan sus propias ideas y de que son incapaces
                  de apropiarse las de otros...




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