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Capítulo XXIX
LOS FUNERALES
ON el resurgimiento de la aurora la noche lúgubre había quedado atrás. La casa
C estaba completamente derruida a consecuencia del fuego. Las llamas ya habían
cesado y la gente había conseguido cruzar la zanja para ver lo que había sucedido. Fue
para ellos un espectáculo horrendo contemplar los restos carbonizados de siete cuerpos.
Naturalmente supusieron que se trataba de los cinco pandavas junto con su madre y el
cuerpo del malvado Purochana. La gente se alegraba porque Purochana había pagado
con creces su maldad, mientras que por otro lado lamentaban la desgracia que les había
sobrevenido a los pandavas. Y entre ellos hacían comentarios como: « Es obvio que
ha sido un atentado instigado por el rey y su hijo. » El minero que había construido
el túnel para los pandavas se acercó también y vio cómo la entrada del túnel estaba
completamente cubierta y oculta por los escombros. Se admiró de la astucia de los
pandavas y sin perder tiempo regresó a Hastinapura para darle a Vidura la noticia de que
los pandavas habían logrado escapar. Los otros agentes de Vidura también regresaron
inmediatamente a la capital del reino para confirmarle la noticia de que los pandavas se
encontraban a salvo y se dirigían hacia el sur como él les había aconsejado.
La noticia del accidente se propagó rápidamente. Los habitantes de Hastinapura se
pusieron muy tristes cuando supieron la noticia de que los pandavas habían muerto. El
corazón del rey Dhritarashtra se llenó de alegría en cuanto le llegaron los rumores de lo
que había sucedido en el palacio que él había mandado construir para los pandavas en
Varanavata. No obstante, simulaba estar profundamente afectado y conmovido por la
noticia y se comportaba como si una gran calamidad le hubiera sobrevenido. Al igual
que las nubes de otoño truenan en el cielo sin soltar ni una sola gota de lluvia, igualmente
gemía el rey simulando estar sumamente apenado.
Inmediatamente el rey envió mensajeros a Varanavata con la orden de que celebrasen
los ritos funerarios por la muerte de los pandavas y al tesorero del reino le mandó
distribuir riquezas y ropa entre los pobres de acuerdo a la tradición. Luego todos se
dirigieron a las orillas del Ganges para celebrar el funeral y las debidas oblaciones, de
acuerdo a la alcurnia de los difuntos. Vidura estaba allí con ellos. Él conocía a su hermano
y sabía que su fingida consternación era sólo para aparentar tristeza entre los familiares
y súbditos allí congregados. Sabía que en él moraba la falsedad y la malicia. Vidura
también asistió al funeral junto con todos.
El corazón de Vidura se conmovió viendo cómo Bhishma lloraba por la muerte de
la esposa de Pandu y los cinco pandavas. Vidura no podía soportar verle sufrir así y
acercándosele le cogió del brazo y lo llevó aparte a un lugar en el que se sentía seguro,
sin riesgos de que alguien le escuchase y le dijo: