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Yudhishthira le pidió a Bhima que fuera a buscar agua para su madre, el cual partió
de inmediato.
No muy lejos de allí, vio un hermoso lago cuya superficie estaba cubierta con flores
de loto y hojas de nenúfares. Era tan bonito que casi no podía creérselo. Bhima estaba
también cansado y sediento y en cuanto llegó se puso a beber agua hasta quedar com-
pletamente satisfecho. Luego, atraído por aquellas maravillosas aguas incluso se bañó
en ellas. Toda su fatiga y somnolencia se disiparon en la alegría de bañarse en aquellas
aguas frescas. Luego, valiéndose de una enorme hoja de loto como cuenco, tomó agua
fresca del lago para llevársela a su madre y a sus hermanos. Les despertó uno a uno y les
dio agua, tras lo cual volvieron a quedarse profundamente dormidos.
Bhima permaneció sentado al lado de ellos observándoles como un centinela. Con-
templando el espectáculo que tenía ante sus ojos, Bhima sintió que su corazón se iba a
romper en mil pedazos. El aspecto que ofrecían sus hermanos y su madre era patético y
desesperado. Para sí mismo, pensaba: « Aquí está mi madre, la hermana de Vasudeva
de la casa de los Vrishnis, una reina en la casa de los kurus y la esposa del famoso
Pandu, madre de cinco hijos valientes. Pero aquí estamos, huyendo para salvarnos de
la crueldad de un hombre a quien llamamos padre. Pero esto es sólo el principio, ya
veremos cómo acaba la historia. El mundo verá cómo me vengo de los pecadores que
han sido responsables de esta situación.
Todos dormían menos Bhima que montaba guardia; no le parecía prudente echarse
también a dormir. El baño le había refrescado y el agua fría le había quitado el sueño.
El bosque donde estaban descansando se llamaba Hisambavana. Pertenecía a un
rakshasa cuyo nombre era Hidimba. Él y su hermana Hidimbi vivían en aquel bosque
y devoraban a los humanos que cometían la imprudencia de entrar en él. Mientras los
pandavas estaban durmiendo Hidimba estaba sentado en la copa de un árbol. De repente
le llegó el olor de carne humana. Empezó a mirar a su alrededor y vio a su hermana y le
dijo:
—Escucha hermana mía, allí hay unos seres humanos. Les he podido ver desde la
copa de un árbol. Mi boca se hace agua de tan sólo pensar en su carne tan deliciosa. Vete
y mátalos, luego celebraremos una fiesta, hace ya mucho tiempo que no pruebo carne
humana. Te esperaré aquí.
Ella asintió y fue a hacer lo que le había dicho.
Saltando de árbol en árbol, Hidimbi llegó hasta el lugar donde dormían los pandavas.
Allí se los encontró a los cuatro durmiendo junto con su madre y a Bhima montando
guardia al lado de ellos. De aspecto le parecieron muy bellos, los más bellos que había
visto hasta entonces. Luego sus ojos se detuvieron en Bhima y observando la belleza de
las proporciones de su cuerpo, de repente se sintió robada de amor por él. Era el modelo