Page 228 - Mahabharata
P. 228

208                                                                            Mahabharata


               el bosque. Le vi caminar con su famoso arco, el Kodanda, entre las pendientes de
               Rishyamuka. Era como si Indra hubiera descendido a la tierra. Era inigualable en valor y

               su ira era más terrible que la misma muerte, pero caminaba por los bosques vestido con
               cortezas de árboles y pieles de ciervo, para no apartarse del Dharma. Jamás concebía
               ningún pensamiento que fuera contra el Dharma. Todos los grandes reyes del pasado
               viven aún en la mente de los hombres debido a esta única razón: anduvieron por el
               camino de la Verdad. Acuérdate de Bhagiratha y de Harischandra. El Sol aún se mueve
               dentro de su órbita, y el mar permanece dentro de sus límites, gracias a estos grandes
               hombres. Yudhisthira, me has recordado a Shri Rama, el cual gobernó el mundo después
               de haber superado sus pruebas. Del mismo modo lo harás tú. Gobernarás el mundo
               entero, lo sé. Es más, vivirás eternamente en la mente de los hombres.
                   Markandeya pasó algunos días con ellos y después de haberles bendecido, les dejó.
               Les prometió volver de nuevo pasados algunos días. Dwaitavana, el bosque donde
               moraban los pandavas, parecía la morada de Brahma; continuamente resonaba la música
               producida por la recitación de los Vedas. A su modo, Yudhisthira era muy feliz en
               compañía de los rishis. Incluso en Indraprastha lo que más feliz le hacía era escuchar los
               discursos sobre Vedanta, que daban los muchos hombres sabios y eruditos de su corre.

                   Tras la tormenta que había estallado pocos días atrás en Hastinapura, la vida en
               Dwaitavana le resultaba tranquila y sosegada. Su mente encontró descanso en las
               charlas de los rishis; charlas que le hicieron comprender la naturaleza evanescente de
               las posesiones mundanas. Yudhisthira llegó a comprender el verdadero valor de las
               cosas. Pudo sentir que después de todo, la pérdida de su reino no era algo tan terrible.
               Le ayudaba a pensar así el recordar, como lo hizo Markandeya, que Rama fue también
               feliz estando en el bosque. Para una persona desapegada, las necesidades físicas son
               pequeñas. Cuando el alma empieza a crecer, los deseos corporales decrecen. Yudhisthira
               estaba disfrutando de aquella vida en compañía santa. Pero no le ocurría así a Draupadi,
               ni a Bhima. Ambos eran muy infelices en Dwaitavana. El corazón de Bhima estaba a
               punto de estallar de dolor y angustia. Cada vez que miraba a Draupadi y recordaba
               los malos tratos de que había sido objeto por la crueldad del destino y la necedad de
               su hermano, apretaba sus manos con furia desesperada. No hablaba con nadie, estaba
               siempre a solas y no comía ni dormía bien. Día y noche sufría con remordimientos,
               reviviendo aquel horrible día en Hastinapura. Sus ojos estaban siempre rojos por la ira y
               el insomnio. Pensamientos de venganza afloraban en su mente constantemente y a veces,
               sin poderse contener, rechinaba sus dientes y arrojaba su maza al aire gritando: « ¡Que
               esperen, que esperen! ¡Los mataré a todos! » Nadie le podía apaciguar. Arjuna no podía
               hacer nada para contentarle. Tanto Yudhisthira como Bhima eran dos hermanos muy
               queridos para él. Respetaba a ambos a pesar de ser los dos tan diferentes. Arjuna pasó
               muchos días amargos tratando de confortar a su hermano Bhima, explicándole la razón
   223   224   225   226   227   228   229   230   231   232   233