Page 227 - Mahabharata
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3. En el bosque 207
Arjuna dijo:
—Tú eres nuestro guru. Tú conoces mejor estas cosas que nosotros. Vivamos en un
sitio que a ti te guste. Presiento que el bosque llamado Dwaitavana servirá admirable-
mente para nuestro propósito, lo he visto durante mi tirthayatra.
Yudhisthira aprobó la sugerencia. Abandonaron el bosque Kamyaka y se dirigieron
hacia Dwaitavana, donde estuvieron poco tiempo. Era un bosque muy hermoso y
pintoresco que parecía más un jardín salvaje y desatendido que un bosque. Tenía árboles
altos y robustos, muy agradables a la vista, que eran el hogar de los ruiseñores y los
pavos reales.
Yudhisthira se fue al encuentro de los rishis del bosque, quienes dieron la bienvenida
a los pandavas como si fueran sus propios hijos; así de queridos eran para la buena
gente del bosque. La vida en el bosque era reconfortante para la mente de Yudhisthira,
que amaba la paz por naturaleza y disfrutaba de la compañía de los rishis que habían
renunciado al mundo. Para una mente como la suya, que había sido herida y ofendida por
la conducta de su tío, sus primos e incluso por los ancianos; para un hombre que era un
extraño en ambientes tan corrompidos como los que tuvo que soportar en Hastinapura,
el aire puro y fresco de Dwaitavana con sus nobles habitantes, era como el aire dulce y
puro de las montañas. Yudhisthira encontró allí la paz que le habían robado a su alma;
Dwaitavana fue como un bálsamo para su corazón herido.
Cuando estaban en el refugio que construyeron ellos mismos, los pandavas fueron
sorprendidos por un ilustre visitante. Era el gran Markandeya, que fue recibido con el
honor y la reverencia que se le debía. Se sentó en el interior del refugio y los pandavas
y Draupadi se sentaron a su alrededor. De repente, una sonrisa de extraña dulzura
apareció en el rostro del rishi. Era una hermosa escena. El joven rishi que tenía siempre
dieciséis años a consecuencia de un don que le otorgó Sankara, parecía incluso más joven
con esa sonrisa en su rostro. Yudhisthira estaba muy intrigado con aquella sonrisa y le
dijo:
—Mi señor, estoy intrigado por tu sonrisa. Todos los que hasta ahora han venido a
visitarnos o se dolían de ver nuestra condición o se enfadaban por lo que había sucedido.
Esta es la primera vez que veo a alguien que se muestra satisfecho. ¿Podrías decirnos la
causa de tu sonrisa?
Markandeya sonriendo aún más, le dijo:
—No me alegra ver vuestra situación, al contrario, me apena veros así. Pero, viéndote
con tu esposa y tus hermanos, recordaba un alma grande y noble que estuvo con nosotros.
Me acordé de Shri Rama, el hijo de Dasaratha. Rama fue un hombre de alma pura. Como
vosotros, él también vagó por los bosques de Dandaka con su esposa Sita y su hermano
Lakshmana. También él, por mandato de su padre, tuvo que pasar catorce años en