Page 273 - Mahabharata
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3. En el bosque                                                                          253


               si no cumplo lo que te he dicho. Juro que no me lavaré los pies, que no comeré carne, ni
               beberé vino, hasta que se cumpla mi juramento.

                   Duryodhana estaba inmensamente complacido con la devoción de Radheya y le dijo:
                   —Siendo el gran Radheya mi refugio, ¿por qué debería preocuparme del futuro? Es
               como si los pandavas estuvieran ya muertos.


                                                        Capítulo XXI
                                        JAYADRATHA RAPTA A DRAUPADI



                    RA el último año del exilio de los pandavas. Ahora acababan de cumplirse once años
               E y éste era el año más difícil para ellos. Yudhisthira era el más infeliz de todos, se
               lamentaba por sus hermanos y por Draupadi, quienes tuvieron que sufrir todo esto por
               su necedad. Pasaba las noches sin dormir pensando en todas estas cosas. Parecía como si
               tuviera alojada una flecha en su corazón, hiriéndole sin matarle. Recordó cada palabra
               que se dijo en Hastinapura en aquel día inolvidable.
                   Los demás, viendo el sufrimiento de su hermano, no decían palabra alguna. Les
               conmovía verle tan infeliz. Desde Hastinapura vinieron espías y le contaron el juramento
               de Radheya. Yudhisthira estaba muy perturbado por las noticias. Desde el día del torneo
               en que Radheya apareció como un cometa en el cielo, Yudhisthira no supo lo que era
               la paz. Conocía la grandeza de Radheya y su mente agonizaba pensando que había
               muchas probabilidades de que cumpliera su juramento. Conocía a Arjuna y su grandeza,

               pero aún así, Radheya era muy superior a Arjuna, y Yudhisthira era muy consciente de
               ello. Su intranquilidad crecía día a día, les dijo a sus hermanos que estaba cansado de
               Dwaitavana y que debían pasar el año que les quedaba en el bosque de Kamyaka. A
               todos les pareció bien, dejaron Dwaitavana y con todos sus acompañantes, se dirigieron
               al Kamyaka.
                   Un día, los cinco hermanos se habían ido de caza y habían dejado en el ashram a
               Draupadi con Dhaumya. Cuando estaban lejos, Jayadratha, el rey de Sindhu, pasó por el
               ashram. Iba de camino hacia el reino de Salva y por casualidad vio a Draupadi de pie en
               la puerta. No sabía quién era, sólo sabía que era una mujer hermosa que hacía brillar
               el oscuro bosque con su belleza, como la luz que ilumina el cielo azul cuando acaba la
               noche. Y le dijo a su amigo:

                   —Quiero esa mujer, ve y averigua quién es. El amigo hizo como se le indicó y volvió
               hacia Jayadratha sonriéndole compasivamente y le dijo:
                   —Lo siento mucho, amigo mío, es peligroso tocarla. Es la esposa de los terribles
               pandavas. Lo más inteligente seria abandonar toda esperanza y seguir hacia el reino de
               Salva. Vayámonos inmediatamente.
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