Page 269 - Mahabharata
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3. En el bosque 249
tanto hemos agraviado. Permanecí atado de pies y manos con todos mis hermanos y
todas nuestras mujeres. Y mi enemigo, mi enemigo a muerte me perdonó. Yo esperaba
vencerlos en la guerra y si no, esperaba alcanzar el cielo que alcanzan los hombres que
mueren en el campo de batalla. Eso hubiera sido glorioso para mí. Pero, Radheya,
escucha lo peor, Yudhisthira me sonrió con gentileza, me sonrió con afecto y compasión
y me dijo: « Duryodhana, no vuelvas a cometer una estupidez como ésta. El rencor
nunca trae la felicidad; por favor, vuelve a tu reino y que te vaya bien. » ¿Has oído eso?
Yudhisthira deseó mi bien. No tengo valor para vivir, después de este incidente. He
tomado una decisión, no dejaré este lugar hasta que la vida abandone mi cuerpo. No
comeré nada, ni beberé agua siquiera, he decidido matarme de este modo. Debes volver
a Hastinapura con toda la comitiva, yo no volveré a esa ciudad.
»Todos estos días he estado caminando sobre las cabezas de mis enemigos, he bailado
sobre sus pechos y ahora lo he arruinado todo por mi propia culpa. ¿Cómo puedo
hablarles ahora? Estaba orgulloso, engreído y arrogante por mi fortuna y por mi reino,
pero en mi estupidez y vanidad, he traído esta desgracia sobre mí mismo. Dejaré de
comer y moriré en este mismo lugar, ésta es la única salida. ¿Cómo puedo vivir después
de habérseme concedido la vida por amabilidad de mis enemigos? Me siento insultado
en lo más profundo. Siempre he sido orgulloso y he guardado con celo mi honor. Ahora
los pandavas se reirán de mí y no puedo soportarlo. Morir; ésta es la única salida que
me queda.
Mientras tanto, había llegado Dussasana y el rey le dijo:
—Escúchame, Dussasana, ahora que me iré puedes ser el rey. Gobierna este país con
la ayuda de Radheya y Sakuni, sé un rey en todo el significado de la palabra. Debes
combinar la justicia con la misericordia cuando castigues. Aprenderás todo eso de tu
tío Vidura, él es el mejor maestro. —Duryodhana se acercó a Radheya y lo abrazó
emocionadamente diciéndole—: Había deseado compartir este reino contigo, pero eso es
sólo un sueño; esto es lo real.
Dussasana cayó a sus pies, sus ojos estaban casi cegados por las lágrimas, cogió los
dos pies de su hermano entre sus manos y sin soltarlos le dijo:
—¿Cómo se te puede ocurrir eso, hermano mío? ¿Por qué deberías morir? ¿Qué es
eso que me pides que haga? Aunque el cielo caiga sobre la tierra o el Sol se salga de su
lugar, yo no gobernaré el reino como tú me pides, nunca dejaré que esto ocurra. ¿Que
tú tengas que morir para que yo sea el rey? Mi señor, ¿es ése el amor que me tienes?
El lazo que une a los pandavas es el mismo que hay entre nosotros como hermanos.
Dependemos de ti. Tú significas todo para nosotros. Ninguno de nosotros podría vivir
si tú nos abandonaras. Por favor, no nos hagas eso. Por favor, cálmate y olvida este
incidente.
Luego lloró desesperadamente, como un niño pequeño; su dolor era inmenso.