Page 265 - Mahabharata
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3. En el bosque                                                                          245


                   Duryodhana se enojó mucho cuando le hablaron de la insolencia del gandharva.
               Reunió todas sus tropas y se dirigió al lago. Cuando el gandharva oyó que el rey de

               los kurus estaba marchando hacia el lago con la intención de luchar, dio órdenes a sus
               soldados de responder al ataque. El ejército de Duryodhana estaba asustado por el
               poder de los gandharvas, pero Radheya permanecía impertérrito, rehizo las filas y luchó
               contra ellos. El ejército de Duryodhana estaba en peligro de ser vencido. Duryodhana,
               Sakuni y Dussasana con el resto del ejército, se unieron a Radheya y lucharon contra los
               gandharvas. Viendo que su ejército estaba siendo vencido por Radheya y los otros, el
               jefe de los gandharvas se unió a la batalla, luchando fieramente. Los kurus no pudieron
               contener el asalto, pero Radheya todavía seguía luchando. Duryodhana y los otros
               también lucharon muy bien, pero pronto vieron que el gandharva era demasiado fuerte
               para ellos. Radheya ya no podía luchar más y tuvo que saltar del carro y huir corriendo,
               para su eterna vergüenza. A la vista de esto cundió el pánico entre las huestes de los
               kurus. Duryodhana, sin embargo, siguió luchando, sin dar la espalda al enemigo; perdió
               su carro pero siguió luchando en tierra y muy pronto fue vencido por el gandharva, que
               le cogió por los cabellos, le ató los brazos a las espaldas con cuerdas y se lo llevó en su
               carro. Dussasana y sus hermanos fueron atados también y se los llevaron junto con las
               mujeres, que también fueron capturadas por el gandharva.
                   El pánico se apoderó de la comitiva de Duryodhana, dispersándose en estampida.
               Los que quedaron, en su desesperación, fueron al ashram de Yudhisthira y le dijeron:
                   —Un gandharva se ha llevado a los hijos de Dhritarashtra y a sus esposas. Por favor,
               debes perseguirle y rescatar a nuestro rey. Oyendo estas palabras, Bhima dijo:
                   —Muy bien, me alegro de que así sea. Esto es un castigo por lo que hicieron. Al igual
               que ellos nos maltrataron, ahora alguien va a hacerles lo que nosotros deberíamos haber
               hecho hace mucho tiempo. Todavía quedan personas valientes en este mundo, que tienen
               el coraje de hacer cumplir la ley y castigar a los malvados. Ese hombre seguramente

               vino aquí para divertirse mirándonos vagar por el bosque y reírse de nosotros, y los que
               quieren el mal para otros lo reciben ellos. Me alegro de oír estas noticias.
                   A Yudhisthira no le gustó el que Bhima se alegrara por la fatalidad de Duryodhana y
               le dijo:
                   —Bhima, no apruebo tus palabras. Estos sirvientes de nuestro primo nos piden que
               les ayudemos. Somos primos, y entre primos no debería haber disputas y si las hay,
               el hecho sigue siendo que somos primos. Cierto es que son nuestros enemigos, pero
               aun así son nuestros hermanos de sangre. Entre nosotros puede que no seamos amigos,
               pero debemos permanecer unidos en contra de una tercera persona. Somos cinco contra
               cien, pero contra un enemigo común, somos ciento cinco. Estamos de acuerdo en que
               ellos han sido la causa de nuestro sufrimiento durante estos últimos años y que son
               malvados. Vinieron aquí para hacer alarde de sus riquezas delante de nosotros; lo sé.
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