Page 263 - Mahabharata
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3. En el bosque                                                                          243


               los altos cielos, de cómo Kumara, el hijo de Sankara, ganó la guerra para los devas. Las
               historias eran muchas, el narrador estaba muy inspirado y los oyentes muy abiertos y

               humildes...
                   El tiempo pasaba sin que ninguno lo advirtiera. Krishna se quedó algunos días con
               los pandavas y después volvió a Dwaraka.
                   Los días de paz de Duryodhana estaban llegando a su fin, él había pensado que
               trece años eran mucho tiempo, pero la mayor parte del exilio de los pandavas se había
               acabado, sólo quedaban dos años. Tenía que sentarse y pensar de qué manera podía
               alargar los trece años. Una vez un brahmín llegó a la corte de Dhritarashtra. El rey, como
               de costumbre, le preguntó por la suerte de los pandavas. El brahmín habló durante
               horas de las dificultades por las que estaban pasando, de la fuerza de Bhima, de cómo
               Arjuna ganó el Pasupata del Señor Sankara, y de cómo mató a los Kalakeyas y a los
               Nivatakavachas. Oyeron todo lo que no querían oír del estúpido brahmín. Después de
               que se fuera, el rey comenzó a lamentarse de la maldad y la injusticia con que había
               tratado a los pandavas. Por supuesto que a Duryodhana no le gustaron nada aquellas
               noticias. Es más, Duryodhana, Radheya y Sakuni trataron de convencer al rey de que
               ellos eran más poderosos que los pandavas.

                   Duryodhana, Dussasana, Sakuni y Radheya trataron de encontrar una forma de herir
               a los pandavas. Radheya, siempre deseoso de complacer a su amigo, le dijo:
                   —Amigo mío, ahora eres el señor del mundo, y tus enemigos vagan por el bosque
               como bestias salvajes. Tengo una idea para herirles. No hay nada peor en este mundo
               que ver a tu enemigo colmado de riquezas y gloria, eso es peor que la pérdida de la
               riqueza de un reino. Vayamos todos al bosque de Kamyaka y pasemos allí unos días
               como si fuera un viaje de placer. Iremos con todas nuestras mujeres y sirvientes. Viendo

               tu esplendor, los pandavas arderán de ira y celos, y viendo a tus mujeres, Draupadi se
               pondrá lívida de envidia. Vayamos a Kamyaka.
                   Duryodhana aprobó la sugerencia de Radheya y le dijo:
                   — Te aprecio mucho, Radheya, tus palabras agradan siempre a mis oídos. He oído
               hablar de las dificultades por las que están pasando los pandavas, pero me gustaría
               verlas con mis propios ojos. Quiero ver a Bhima y Arjuna vestidos con cortezas de
               árboles. Quiero ver a esa mujer que se rió de mí en Indraprastha. Quiero ver a Draupadi
               humillada y con los ojos llorosos, creo que tu idea es excelente. Ahora busquemos
               excusas para justificar nuestra expedición al bosque.

                   Radheya pasó la noche buscando un pretexto. A la mañana siguiente se dirigió a
               Duryodhana y le dijo:
                   —Ya sé lo que debemos hacer. Nuestro ganado está en las cercanías de Dwaitavana,
               vayamos con el pretexto de inspeccionar las vacas. El rey no objetará nada en contra de
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