Page 270 - Mahabharata
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                   Radheya dijo:

                   —Mi señor, no hay nada de lo que lamentarse, lo que hicimos fue una travesura
               de niños que no resultó como esperábamos, pero debemos olvidarla. Los pandavas
               son nobles, eso lo sabemos de siempre, hicieron lo que hicieron porque el deber de un
               kshatrya es ayudar al oprimido. Ha sido un infortunio, pero deberías ser más firme.
               No deberías dejarte afectar tanto por ello, ni tampoco deberías herirnos tomando una
               resolución tan drástica. Por favor, olvida esa idea y vuelve con nosotros a Hastinapura,
               ninguno de nosotros podría vivir si sucediera tal calamidad. ¿Hay algo que valga la pena
               en este mundo después de que se muera el gran Duryodhana? No hay nada. Así que,
               por favor, regresa a tu reino y gobiérnanos a todos con amor y justicia. No podemos estar
               sin ti, debes hacerme caso y regresar a la ciudad con nosotros. Si no lo haces, ¿crees que
               yo volveré? Me sentaré a tus pies. Viviré sólo mientras tú vivas, ni un momento más.
                   Mientras tanto había llegado Sakuni y estaba observando a Duryodhana con una
               sonrisa traviesa. Dirigiéndose a él, le dijo:
                   —Ya has oído todo lo que dijeron Radheya y Dussasana. No es correcto que debas
               darle tanta importancia a un acontecimiento tan trivial. El matarse a uno mismo no es
               algo propio de un kshatrya. Estás tirando toda la riqueza del reino que gané para ti. Tu
               dolor no es de hombres y muestras una actitud fuera de razón. No estropees la gracia
               del gesto de los nobles pandavas con tu dolor. Si estás convencido de que tus acciones

               hasta ahora han sido malvadas por haber sido dirigidas contra tus nobles primos, puedes
               pagarles su nobleza con un acto incluso más noble. Dices que has perdido tu reputación.
               Bien, pues en un momento puedes recuperarla de nuevo, devolviéndoles su reino a los
               hijos de Kunti. Los tres mundos resonarán alabándote a ti y a tu grandeza. Hazte amigo
               de los pandavas. Yudhisthira te trató como a un hermano, tú también puedes hacer lo
               mismo. ¿Por qué no lo haces? Eso al menos sería una buena acción, pero por el contrario
               estás actuando como un niño travieso que ha sido reñido. No seas tonto, puedes matar a
               tus enemigos sólo si estás vivo; olvídate de esa idea absurda.
                   Duryodhana no se dejó persuadir por ninguno de ellos e hizo que todos le dejaran
               solo. Esparció hierba Kusa en la tierra y se sentó sobre ella, intentando meditar. Toda su
               comitiva se retiró a cierta distancia de él y acampó allí. Duryodhana pasó la noche sobre
               la hierba Kusa. Mientras estaba solo, sintió que estaba en trance. Quizá le habló su genio
               del mal. Su penitencia estaba acabando y sintió como si alguien le dijera:
                   « Gobernarás la tierra; ¿para qué morir? Tienes a Radheya, Dussasana, Bhishma,
               Drona y Aswatthama para que luchen por ti. Tienes muchos amigos para que te ayu-
               den, ¿por qué deberías tener miedo de los pandavas y su nobleza? Les puedes matar
               fácilmente a todos.
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