Page 274 - Mahabharata
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                   Pero Jayadratha no hizo caso del consejo de su amigo. Fue al ashram y se anunció a
               sí mismo como Jayadratha y preguntó cómo estaban los pandavas. Draupadi le dijo:

                   —Me alegra verte. Si tomas asiento y esperas unos minutos te encontrarás con ellos.
               Se han ido de caza, por favor espera.
                   Jayadratha comenzó a declararle su amor. Le dijo que se había enamorado de ella y
               le pidió que se fuera con él, dejando a aquellos maridos inútiles que no podían darle la
               comodidad que le correspondía. Draupadi se horrorizó de oírle hablar así. Era terrible
               que su hermano político, el marido de la pequeña Dussala, le hablara así. Esto era
               algo que ella no podía comprender, por lo que enfurecida comenzó a reprocharle su
               actitud. Pero esto sólo logró avivar más su deseo. Finalmente, la levantó y se la llevó a
               su carro por la fuerza. Dhaumya no pudo hacer nada en contra del formidable ejército
               de Jayadratha. Oyendo resonar en sus oídos los gritos de la pobre Draupadi, el brahmín
               tuvo que quedarse quieto y esperar la vuelta de los pandavas.

                   Los malos augurios previnieron a Yudhisthira de que les esperaba algo desagradable.
               Los pandavas volvieron al ashram a toda prisa. Su guru Dhaumya les dijo que Jayadratha
               se había llevado a Draupadi y los cinco salieron en su persecución y le desafiaron. Él no
               pensó que volverían tan pronto de la caza. Hubo una lucha con el ejército de Jayadratha.
               El ejército se deshizo frente a la furia de los pandavas. El rey de los Sindhus fue fácilmente
               vencido. De hecho, Jayadratha dejando a Draupadi en el carro, saltó a tierra y corrió
               huyendo de la presencia de los pandavas.
                   Shadeva fue hacia el carro, soltó las cuerdas que ataban a Draupadi y la bajó de
               él. Bhima seguía lanzando flecha tras flecha a todos los soldados. Arjuna le previno
               diciéndole:
                   —Bhima, no prosigas esta matanza, el causante de todo esto ha huido de la lucha.

               ¿Qué sentido tiene matar a los soldados, que después de todo sólo están haciendo lo que
               les ha ordenado su jefe? Detente, hacer esto no es correcto.
                   Bhima le dijo a Yudhisthira:
                   —Mi querido hermano, por favor, llévate a nuestra reina al ashram, llévate también a
               Dhaumya, Nakula y Shadeva, yo no me moveré de aquí hasta que mate a ese estúpido
               que se atrevió a poner sus manos sobre Draupadi. Mataré a todo el que se atreva a hacer
               algo así.
                   Yudhisthira le dijo:

                   —Escúchame, Bhima, no te dejaré que le mates, te lo prohíbo. Jayadratha es hijo
               político de nuestra familia. Debe perdonársele al menos por el bien de nuestra madre
               Gandhari y de nuestra hermana pequeña Dussala.
                   Bhima y Arjuna siguieron al rey que huía, insultándole con palabras crueles. No
               pudiendo soportarlo, el pobre fugitivo tuvo que volver y luchar. Los hermanos le
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