Page 94 - Mahabharata
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                   —Veías como este insecto te estaba picando, y sentías el intenso dolor, ¿cómo no te
               has incorporado para deshacerte de él?

                   —Mi señor —dijo Radheya—, tú dormías en mi regazo y estabas cansado. Para mí
               era más importante tu sueño que mi dolor y no quería molestarte, por eso no le presté
               atención.
                   La explicación de Radheya aún aumentaba el asombro del sabio el cual se sentía muy
               confundido. Le dijo:

                   —No puedo entenderlo, ¿cómo puede un brahmín soportar un dolor tan fuerte? Es
               bien sabido por todos que los brahmanes no pueden soportar el dolor, ni siquiera pueden
               ver la sangre. ¡Dime la verdad! Tú no eres un brahmín; sólo un kshatrya puede hacer lo
               que tú has hecho. ¿Será posible que después de todos estos años de dedicación le haya
               enseñado todos mis astras a un malvado kshatrya? Nunca te perdonaré que me hayas
               engañado de esta manera. Eres un kshatrya, ¡admítelo!
                   Radheya cayó a los pies de Bhargava y le dijo:

                   —Perdóname mi señor. Para mí tú has sido más que un padre, y como padre deberías
               perdonar las faltas de tu hijo. Cierto es que no soy un brahmín, pero tampoco soy un
               kshatrya. Yo soy Radheya el sutaputra. Un suta es el hijo de un kshatrya y un brahmín,
               por eso me atreví a decirte que era un brahmín, pero sólo con la intención de adquirir
               conocimientos. Y se dice que el conocimiento no hace diferencias de castas ni credos. En
               tu nobleza, te pido que seas tolerante con mi falta; mi deseo era solamente convertirme
               en tu discípulo. Me he entregado a ti, por favor, ten misericordia y perdóname, te lo
               ruego.
                   Bhargava estaba furioso y no prestaba atención a sus lágrimas ni a sus ruegos. En ese
               momento nada le conmovía pues había olvidado todo lo que le unía a Radheya, tan solo
               una idea persistía en su cabeza: « Me ha dicho una mentira. » Y en ese estado de furia,
               Bhargava maldijo a Radheya sin contemplaciones:

                   —Bajo falsas pretensiones has aprendido de mí cuanto sabía. Pero en la situación
               más desesperada, cuando necesites un astra, tu memoria te fallará y no podrás invocarlo.
                   Al oír esto Radheya cayó al suelo sin sentido.

                   Poco tiempo más tarde volvió en sí y le imploró al rishi, temblándole el cuerpo:
                   —¿Por qué, por qué me has maldecido de esta forma, mi señor? Pero las palabras
               que había pronunciado el rishi eran ya irrevocables.

                   Bhargava se dirigió entonces a Radheya en un tono algo más calmo y le dijo:
                   —Lo que he dicho ya nada puede cambiarlo, pero como paliativo hay algo que puedo
               asegurarte. Querías fama; pues la conseguirás. Serás conocido hasta en la posteridad
               como el arquero mejor de la tierra. —Tras decir esto el gran Bhargava le dejó y se fue.
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