Page 91 - Mahabharata
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1. El comienzo 71
más hermoso que había visto jamás; dormía apaciblemente. Tu padre nadó de vuelta
hacia la orilla trayendo con él la caja, y se vino con ella corriendo a casa.
»—¡Radha! ¡Radha! ¡mira qué te he traído! Tengo un regalo para ti —gritó tu padre.
Yo me apresuré a su encuentro al oírle tan contento. No podía creérmelo cuando vi al
niño entre sus brazos. Era precioso y brillaba como el Sol de la mañana.
»—Fíjate en el kavacha y los kundalas —le dije yo—, debe ser el hijo de un dios.
Radheya no podía reaccionar, la miraba absorto casi sin respirar por lo terrible y
asombrosa que le parecía la historia. Radha abrazó al niño contra ella como en un
sentimiento de que iba a perderlo dentro de unos momentos. Luego continuó con la
historia:
»—Con toda seguridad este niño no pertenece a la tierra, debe ser hijo de algún dios
—dije yo—, su belleza no es de este mundo.
»Tu padre me miró y se sonrió diciéndome:
»—Quizás este niño haya nacido en el cielo y Dios compadecido te lo ha enviado
porque eres estéril. Le llamaré Radheya porque va a ser tu hijo bienamado.
»Estábamos encantados de tener un niño en casa. Yo estaba muy feliz. Me fijé en la
caja y aprecié que no era una caja ordinaria. Tú habías sido envuelto en sedas carísimas
y te habían puesto dentro de la caja. Eran telas exquisitas propias sólo de una princesa.
Nos imaginamos que eras el hijo de una dama de alta alcurnia, la cual por alguna razón
te había abandonado depositándote en el río. Lo más probable es que pertenezcas a un
palacio. Hasta ahora has vivido todos estos años como el hijo de un pobre conductor de
carrozas y la única riqueza que hemos podido ofrecerte ha sido la de nuestro amor. Esto
creo que explica la razón por la que no quieres ser un conductor de carrozas: quieres
aprender a usar el arco porque eres un kshatrya, estoy casi segura.
El cuerpo de Radha se estremecía de pena cuando le dijo:
—Vete, hijo mío, tú no eres mi hijo. Vete al mundo y busca a tu madre. Por mi parte, le
estoy agradecida a Dios por haberme dado un hijo durante todos estos años. El recuerdo
de lo que ha sucedido en este tiempo me dará ánimos para vivir los años que me quedan.
Radheya ya no pudo contener sus lágrimas y entre sollozos le dijo:
—Madre, ¿qué me estás diciendo? ¿acaso quieres abandonarme igual que lo hizo mi
otra madre? Yo no sé quién es mi madre ni quiero saberlo, yo ya tengo una madre; la
más dulce y querida de todas las madres. Quizás yo sea un kshatrya, probablemente lo
sea, pero no me importa porque antes que nada yo soy tu hijo; quiero serlo. Mi nombre
es Radheya y Radheya seré hasta el final de mi vida. Ese será el nombre por el que este
mundo me conocerá. No estoy avergonzado de mis padres. Estoy orgulloso de ser el
hijo de un suta. En este mundo no hay nada superior al conocimiento, y el conocimiento