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no hace diferencias de casta ni credo. Iré en busca de conocimientos y me convertiré
en un sabio; un sabio encuentra reconocimiento dondequiera que va. Madre, la sed de
conocimiento y de maestría en el uso del arco anidan en mis entrañas; iré en busca del
conocimiento. Partiré ahora mismo. Pero recuerda: regresaré. Tú eres mi madre y nada
me puede apartar de ti, ni a ti de mí.
Radheya abrazó a su madre y ella le apretó entre sus brazos. Las lágrimas corrían por
las mejillas de ambos.
Capítulo XXII
RADHEYA ES MALDECIDO
L hijo de Kunti, ahora bajo el nombre de Radheya, tenía como único objetivo el
E adquirir conocimientos. Quería aprender a usar el arco y oyendo que el gran Drona
estaba en Hastinapura instruyendo a sus discípulos en el uso del arco, presto se dirigió a
aquella ciudad. Al llegar se encontró con Drona a solas y le saludó diciéndole:
—Mi señor, quiero que me aceptes como tu discípulo y me enseñes a usar el arco.
Drona le preguntó quién era, a lo que Radheya le respondió:
—Soy el hijo de Atiratha, el conductor de carrozas. Drona no estaba dispuesto a
enseñarle a usar el arco al hijo de un suta, y le dijo:
—Eres un sutaputra. Yo no le enseñaré a usar el arco a alguien nacido en una casta
inferior.
Radheya dio media vuelta y se fue.
Después de ese encuentro el apelativo de sutaputra le atormentaba continuamente
convirtiéndose en un estigma que acompañaría a su nombre hasta el final de su vida.
Quería aprender a usar el arco, pero el hecho de ser un sutaputra se convirtió para él
en un gran impedimento a la hora de ser aceptado como discípulo. Radheya estaba
desesperado. Pero al fin decidió ir a pedirle a Bhagaván Bhargava que le enseñase el
uso del arco. Este hombre odiaba a los kshatryas. Radheya sabía que el rishi tenía un
temperamento muy fuerte y que odiaba a los kshatryas terriblemente, por lo cual decidió
hacerse pasar por un brahmín.
Radheya llegó al ashram del gran Bhargava lleno de esperanzas. Entró al ashram y se
postró a los pies del gran maestro. El rishi con su pelo enmarañado, su penetrante mirada
y su terrible personalidad causó a Radheya una sensación como de temor y reverencia al
mismo tiempo. Y empezó diciendo:
—He venido con la esperanza y el anhelo de que me aceptes como tu discípulo. Por
favor, no me dejes volver con las manos vacías.
El gran rishi levantó el cuerpo de Radheya, que temblaba como una hoja sacudida
por el viento. Se sintió complacido con la humildad de aquel joven. Radheya le dijo que