Page 89 - Mahabharata
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1. El comienzo 69
forma en que habían sellado su hocico. Drona y sus discípulos quedaron maravillados
de la habilidad de aquel arquero desconocido que había hecho una obra de arte con sus
flechas. Varios de ellos fueron en busca del extraño y finalmente le encontraron.
Le preguntaron quién era y él dijo:
—Soy Ekalavya, soy el hijo de Hiranyadhanus, el rey de los Nishadas. Cuando
le preguntaron cómo había podido realizar tales maravillas con su arco y sus flechas,
Ekalavya sonrió orgullosamente y dijo:
—Es porque soy un discípulo del gran Drona. Todos volvieron al campamento y
le contaron aquello a Drona. A Arjuna, el favorito de Drona, no le gustó aquello en
absoluto. Se dirigió a su acharya y le dijo:
—Me habías prometido que me harías el mejor arquero del mundo. Pero ahora parece
que le has hecho la misma promesa a otro. De hecho él es ya el mejor arquero del mundo.
Drona fue junto con Arjuna a ver a Ekalavya, de quien ya no se acordaba en lo más
mínimo. Allí le encontró vestido con una piel de leopardo, estaba de pie con su arco y
las flechas en sus manos. Ekalavya vio a su guru y se apresuró a ir hacia él postrándose a
sus pies. Sus lágrimas lavaron los pies de su amado guru. Drona estaba encantado con él
y le preguntó cuándo se había convertido en su discípulo.
Ekalavya estaba muy feliz de poder contarle toda su historia. Era tan inocente y
franco que Drona no pudo evitar sentir amor por él. Ekalavya ni siquiera parecía darse
cuenta de que era un gran arquero.
Drona reflexionó en silencio durante unos momentos y luego de muy mala gana le
dijo:
—Tú proclamas ser mi discípulo, así que lo justo es que te pida una dakshina.
—¡Por supuesto! Me sentiré honrado sí me pides algo —dijo Ekalavya. Drona vio la
implacable mirada que había en el rostro de Arjuna y le dijo:
—Quiero tu pulgar; el pulgar de tu mano derecha.
Ni un suspiro salió de los labios de Ekalavya. Sonrió y dijo:
—Me siento feliz de darte este dakshina a cambio del arte que aprendí de ti, aquí está.
—Sacó de su aljaba una flecha en forma de Luna menguante y cortándose el pulgar de su
mano derecha, depositó el dedo sangrante a los pies de su amado guru.
Drona lo aceptó y Arjuna se sintió feliz. No había nada más que hacer ni que decir,
con eso concluía todo. Ekalavya se postró a los pies de su guru haciéndole una salutación
y se despidió de él. Drona y Arjuna echaron a andar silenciosamente regresando al
campamento.