Page 97 - Mahabharata
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continuaba; algunos estaban de parte de Bhima y otros de parte de Duryodhana. Drona
les observaba muy atentamente, él sabía que se odiaban mutuamente. Por lo cual en
cuanto vio que la lucha se convertía en algo más que un mero duelo amistoso, le dijo a su
hijo Aswatthama que separase a los dos rivales concluyendo así el duelo. Aswatthama
se dirigió con mucha calma al escenario y les hizo una señal a los combatientes para
que abandonasen la lucha, los cuales con gusto habrían seguido luchando, pues la furia
ya les había enzarzado en una pelea feroz. Pero no obstante, la orden del guru tenía
que ser obedecida. Y con los ojos enrojecidos de rabia, ambos rivales se separaron
entrecruzándose miradas de ira contenida.
A continuación Drona le pidió a Arjuna que comenzase su exhibición. Arjuna apareció
con una armadura dorada protegiendo su pecho y su arco suspendido de su mano
derecha. En su espalda llevaba atada una aljaba llena de flechas y los dedos con los que
estiraba la cuerda del arco los tenía protegidos con cuero. Un fuerte clamor surgió de la
multitud cuando Arjuna subió al escenario. El rey al escuchar semejante estruendo le
preguntó a Vidura:
—¿Qué es ese ruido?
Vidura sonrió y le dijo:
—Es Arjuna, el bello hijo de Kunti. Es el preferido de Drona y el favorito de todos: al
verle la multitud se ha exaltado.
El corazón del rey ciego ardía de celos, pero no obstante, lo ocultaba elogiando a los
hijos de Pandu con palabras dulces.
Kunti estaba sentada junto a las otras damas de la casa real. Se sentía muy feliz al ver
a sus hijos realizar todas aquellas hazañas; viendo a Arjuna se sentía orgullosa de ser la
madre de aquel joven tan fuerte y apuesto. La vida en Hastinapura le había hecho olvidar
todas las miserias que había pasado. Ahora vivía para sus hijos que ya habían crecido, y
se sentía contenta al verles felices, convencida de que en su vida había encontrado ya
la seguridad. Ya no veía nada que pudiera truncar la felicidad de sus hijos ni la suya
propia.
Arjuna realizó su exhibición de habilidades complaciendo con sus hazañas a los
asistentes. Todos estaban convencidos de que no había nadie que le igualara en maestría
en el uso del arco. Sus flechas eran tan rápidas que salían del arco silbando a través del
aire sin que nadie pudiera verlas. Era un espectáculo fascinante.
De repente un ruido atronador rompió la concentración de los espectadores y del
mismo Arjuna. El ruido provenía de las puertas de entrada, era un sonido cimbreante.
Todo el mundo había vuelto la cara en aquella dirección como una cosecha de trigo
soplada por una fuerte brisa. Duryodhana se levantó con la maza en su mano rodeado
de sus cien hermanos, como Indra en el cielo acompañado por los dioses inferiores. Entre