Page 95 - Mahabharata
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1. El comienzo 75
Después de ver a su maestro desaparecer en la lejanía, Radheya emprendió su camino
secándose las lágrimas de los ojos, sumido en la más profunda desesperación. Vagaba
sin rumbo, no sabía a dónde ir. Por fin llegó a la orilla del mar y se sentó sobre una roca.
Mucho tiempo pasó allí escuchando el batir de las olas contra la orilla, el melancólico
sonido del mar era como un bálsamo para su corazón herido. Luego se levantó y se fue. Y
cuando volvía, de repente, un animal pasó por su lado a toda prisa. Casi instintivamente,
sacó una flecha y la lanzó, la cual abatió al animal matándolo instantáneamente. Al
acercarse al animal vio con horror que no era un ciervo sino una vaca y que su dueño era
un brahmín. Radheya se le acercó y le dijo que no lo había hecho con intención y trató
de tranquilizarlo ofreciéndole muchas más vacas y riquezas como restitución del daño.
Pero el brahmín estaba muy enojado y dando rienda suelta a su ira, maldijo a Radheya,
diciéndole:
—Cuando estés luchando con el peor de tus enemigos la rueda de tu carroza se
hundirá en la tierra, y de la misma forma que tú has matado a mi pobre vaca cuando
jugaba ignorando el peligro que la amenazaba, tu enemigo te matará a ti cuando estés en
la situación que menos te lo esperes.
Eso fue para Radheya como la gota que colmó el vaso. En un momento pasó por su
memoria toda la tragedia de su vida y se sintió la persona más desdichada del mundo.
Tan sólo había una persona que de verdad le amaba: era su madre Radha. Era la única
persona que le había amado cuando había necesitado amor. Y era su deber como hijo
cuidar de su madre: ese era ahora su único propósito en la vida.
Radheya regresó a su hogar para reunirse con su madre. Le contó todo lo que había
aprendido y la educación tan completa que había recibido, pero no se atrevió a decirle
que de nada le valía todo aquello, pues su vida estaba condenada por la maldición. No
quería romperle el corazón.
Permaneció con ella durante unos días y luego le dijo que se dirigiría a la ciudad de
los kurus: Hastinapura. Él tenía el sentimiento de que sus conocimientos le facilitarían la
entrada al gran palacio, cuyas puertas se custodiaban muy celosamente.
Capítulo XXIII
LA ALIANZA DE RADHEYA Y DURYODHANA 8.
Jatugrihadaha.
LEGÓ el tiempo en el que Drona pensó que sus discípulos estaban ya suficientemente
L preparados como para hacer una exhibición para todos los habitantes de la ciudad y
los miembros de la casa real. Así pues le pasó la sugerencia a Bhishma y a Dhritarashtra,
los cuales aceptaron la idea con agrado y entusiasmo.
—Por supuesto —dijo Bhishma—, que se hagan los preparativos inmediatamente.
—Y el rey le encargó a Drona que empezase enseguida la construcción del estadio para