Page 197 - Egipto Tomo 1
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1S4 MEMPHIS. LAS PIRAMIDES
Apenas existe viajero que, describiendo las pirámides, no se haya dejado llevar por el
sentimiento del dolor y de la amargura. Creemos haber demostrado que no existe motivo para
ello; mas buscando la explicación á semejante fenómeno, presumimos haberla encontrado
en el hecho de la dificultad, sino imposibilidad, que existe, para que nosotros los modernos
podamos asimilarnos las ideas y sentimientos de las generaciones que llevaron á cabo esos
monumentos gigantes. En nosotros la veneración y respeto debidos á la antigüedad se mezcla
v confunde con la admiración que nos produce la obra, y en presencia de esas masas, sobre
las cuales han pasado los siglos, como sobre nosotros pasan los años, enmudece toda
impresión halagüeña ó placentera. En presencia de los gigantes es donde el de más elevada
estatura se forma concepto exacto de su pequeñez y aquí y antes de examinar el procedi-
miento seguido para la construcción de esas moles inmensas y de penetrar en su interior,
repetiremos gustosos las palabras de Arturo Schopenhauer, que confirman perfectamente
nuestra opinión: «Muchos de los objetos que contemplamos despiertan en nosotros el
»sentimiento de lo sublime, por lo mismo que, sea en virtud de su volúmen, ó á consecuencia
>/de su antigüedad, ó por lo dilatado de su duración, debemos convencernos de la pequeñez
»de nuestro ser, no obstante el placer purísimo que su contemplación nos proporciona. Tal
»acontece con las montañas muy elevadas, con las pirámides de Egipto, con las ruinas
»colosales de los tiempos antiguos.»
En 1787, vio Goethe durante su permanencia en Roma, los dibujos de una pirámide
restaurada por el viajero francés Cassas, según ciertos documentos, indicaciones monu-
mentales y diversas conjeturas. Pues bien, la contemplacion.de tales diseños arrancó al
sabio aleman las siguientes palabras: «Este dibujo constituye la concepción arquitectónica
»más colosal que en mi vida haya visto, con la circunstancia de que á mi j uicio no puede
»llegarse más allá.»
Tiémblannos todavía las rodillas á consecuencia de nuestra ascensión á la gran pirámide,
y contemplando su cima, en tanto descansamos á la sombra de la misma, nos preguntamos
porqué medios ha sido dable levantar esa obra de gigantes. Desde luego se
de qué manera y
nos viene á la memoria la singular narración de Herodoto, según la cual habríase comenzado
la construcción por la cúspide, siendo lo último edificado la parte que toca al suelo. A pumeia
vista semejante aserto parece inconcebible; mas examinada la cosa con la atención debida,
resulta tan exacta y fundada como la siguiente afirmación, del propio autor, cuya exactitud
se impone á todos los espectadores: «la pirámide de Cheops ha sido construida por secciones.»
A los ingleses Perring y Wyse se deben las medidas exactas que hoy poseemos de todas
v cada una de las partes de que se componen las pirámides, así como á los alemanes
Lepsius v Erbkam corresponde la gloria de haber descubierto, á fuerza de prolijas inves-
combinaciones ingeniosas, el procedimiento observado en la construcción. Para
tigaciones y
quien conozca el trabajo de los dos sabios alemanes, el dicho de Herodoto seiá de facilísima
comprensión, y podrá contestar satisfactoriamente á cuantas preguntas le dirija el espectador
juicioso en presencia de tales monumentos.