Page 224 - Egipto Tomo 1
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MEMPHIS. LAS PIRAMIDES 211 »
en el bastón de mando que revela su elevada jerarquía, y revelando las inscripciones que
la acompañan que sirvió á tres distintos faraones, y que no obstante no circular por sus
venas sangre real, concediósele por esposa á una princesa, en consideración á hallarse
investido de las más elevadas funciones sacerdotales, alabándose de haber sido amigo y
consejero de los reyes y de haber «ocupado lugar distinguido en la corte de su señor» no
sólo como consejero áulico, sino también como director de todos los trabajos y de todos
los escritos de su soberano. En cuanto á la mujer hállase frecuentemente representada
junto á su marido, habiendo sido su nombre Nejer-hoteps, que quiere decir «su paz es grata .
y lo mismo ella que sus hijas se designan en todas partes como enlazadas con la casa real.
Por lo demás su marido la honraba con los siguientes títulos, á los cuales considerábanse
con derecho todas las mujeres egipcias. Señora de la casa, alegría de su esposo, palma de
gracia para su marido. En medio de la sala, actualmente descubierta, que rodean doce
pilastras, se halla formada de muros sólidos
y
inclinados hácia el exterior como las caras de una
pirámide, encuéntranse el pozo y el sarcófago, sien-
do este el sitio en que se reunían los parientes y los
criados para hacer las ofrendas fúnebres. Un peque-
ño corredor conducía á las cámaras sepulcrales en
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que se hallaban las estatuas del difunto y de su
esposa. Todas las paredes de la mastaba están cons-
truidas de calcárea finísima y cubiertas de bajo-
relieves de extraordinaria delicadeza , con contornos
limpios y perfectamente determinados, de suerte que
GRULLAS
si se prescinde de la incapacidad de dibujar los ob-
jetos en perspectiva, no puede ménos que causar profunda sorpresa la claridad y la expresión
con que se halla ejecutado lo que se pretende representar. Mejor aún y más completamente
que en las tumbas de Gizeh nos revelan las mastabas de Ti y de Ptahhotep, cuanto hacia
agradable la vida á un egipcio de noble alcurnia, y cuanto podía esperar de sus descendientes
después de muerto no sólo para su cuerpo sino también para la felicidad de su alma.
Bien quisiéramos recorrer una á una las paredes, y poner uno tras otro ante los ojos
del lector los diversos asuntos representados en los variados cuadros; mas hemos de con-
tentarnos con lo más notable si queremos evitar prolijidad. La vida de los nobles se
distribuía entre sus funciones palaciegas, la administración de sus bienes, las diversiones
ó pasatiempos domésticos, y el ejercicio de la caza. Por medio de algunas palabras por
demás sencillas, dan cuenta de sus relaciones con los príncipes: en cuanto á lo que se
refiere á sus propiedades y distracciones hállase representado por medio de figuras. Como
en Gizeh , podemos venir en conocimiento de las cabezas de que constaba la riqueza
pecuaria del difunto, pudiendo asegurar que no existe, ni áun entre los modernos, artista
alguno capaz de delinear con más limpieza y pulcritud el perfil de un toro, de un asno, de un