Page 437 - Egipto Tomo 1
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EL CAIRO                    353
              los marinos europeos el comercio con Egipto, conminándoles con penas temporales y  espiri-
              tuales: pero los mercaderes, más atentos al provecho material que á la salvación de sus almas,
              prosiguieron en la explotación de un negocio que les rendía muy pingües beneficios, y que
              era parte para que prescindieran de toda otra consideración, siquiera fuese de más elevada
              naturaleza.
                A juzgar por una nota de precios debida á uno de los que acompañaron á Vasco de Gama,
              que se halla inserta en la relación de su viaje, la parte que en este comercio enorme se
              adjudicaba  el  sultán,  era verdaderamente  la  parte  del león. En  efecto;  las mercancías
              adquiridas en la India, tenían en el Cairo un valor cinco veces más grande, debiéndose éste
              exclusivamente á las gabelas impuestas sobre las mismas por los soberanos de Egipto; gabelas
              que proporcionaron á los mamelucos las sumas exorbitantes que gastaron, áun los que entre
              ellos pasan por más económicos. Burs-bev así como sus antecesores y sucesores gozan fama
              de haber sido los príncipes más ricos de la tierra, y realmente es imposible formarse idea de
              las cantidades que invirtieron en objetos de mero lujo: sólo en caballos de silla despilfarraban
              anualmente no pocos millones:  la construcción de mezquitas, palacios y edificios públicos
              importaba la riqueza de un reino: su fastuosa corte, de la cual formaban paite lo» haiems
                                             eunucos; esclavas circasiana», griegas  v
              colmados de innumerables esposas, concubinas y
                                                           cantadoras, exigía
              abisinias, de las cuales las había que costaban una fortuna; danzarinas y
              la inversión de sumas, de las cuales ni áun puede formarse idea. La servidumbre u»aba ti aje»
              de seda que realzaban preciosos bordados de oro: las esposas y las favoritas del sultán no se
              daban por satisfechas como no pudieran ostentar piedras preciosas y perlas de precio subi-
                                                          en las liteia» en la»
              dísimo, no sólo en su persona, sino en los muebles de que se servian y
                                  eunucos, acompañaban á su señor á los palacios de recreo.
              cuales, escoltadas por esclavos y
                El Oriente es la tierra clásica de los regalos: no pasaba un dia sin que de las mano» del
              soberano pasaran á las de sus súbditos objetos de elevado valor, oro, esclavo», caballos,
              joyas, trajes de ceremonia. Cierto que esta tierra, indudablemente la más fértil del mundo,
                    sí no pocos recursos, que se hacían mayores á fuerza de vejaciones é impuestos
              daba de
              exigidos á veces por medio de la fuerza; mas tan abundantes veneros habrían acabado por
              agotarse, con grave perjuicio para el tesoro del sultán, que se habría visto en la imposibi-
              lidad de saldar  el déficit que resultara de tanto despilfarro y  prodigalidad, sin el comercio,
              que bastaba por sí solo para colmar las exhaustas arcas del tesoro.
                Burs-bey, que era águila en materia de proporcionarse recursos, prohibió terminante-
              mente á los particulares el tráfico de las mercancías procedentes de la India, y juzgo que era
              más socorrido para su intento monopolizarlo exclusivamente, con lo cual, no teniendo quien
              pudiera hacerle competencia, vendíalas al precio que á él se  le antojaba. Para ello tenia
              establecidos sus agentes; pero llegó á tal extremo su codicia, que sólo adquirían las casas
              representantes del c-omereio de otros pueblos las cantidades puramente indispensables, y los
              venecianos enviaron á Alejandría una flota amenazando al sultán con romper con  él toda
              clase de relaciones. Ante tan resuelta actitud aflojó un tanto en sus pretensiones mjustifica-
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